Las Aventuras Numéricas de Miguel



Había una vez un niño llamado Miguel. Era un niño lleno de curiosidad, con unos brillantes ojos que siempre estaban buscando algo nuevo para descubrir. Su pasión por los números era insaciable. Cada vez que miraba a su alrededor, imaginaba cómo contar todo lo que veía.

Un día, mientras jugaba en el parque, Miguel decidió que era momento de hacer una aventura de conteo. Miró hacia el cielo y vio un pajarito posado en una rama.

"¡Uno!" - exclamó emocionado, con su dedo apuntando hacia el pajarito.

Un poco más adelante, en un arbusto, avistó dos conejos que estaban jugando entre sí.

"¡Dos conejos!" - gritó, riendo mientras los observaba saltar.

Miguel continuó su aventura y se dio cuenta que había más cosas para contar. Vio a un grupo de tres mariposas volando alrededor de las flores.

"¡Tres mariposas!" - dijo Miguel, ahora caminando con mayor entusiasmo.

Pasando por el estanque, vio unos patitos nadando.

"¡Cuatro patitos!" - contabilizó mientras se agachaba para verlos mejor.

Siguió contando y encontró cinco flores de colores brillantes.

"¡Cincuenta flores!" - se corrigió a sí mismo, riendo por su error. "¡Cinco!"

Miguel estaba tan inmerso en su juego de contar que ni siquiera se dio cuenta de que un grupo de niños se había acercado a él.

"Hola, ¿qué estás haciendo?" - preguntó Lucía, una niña de su escuela.

"Estoy contando todo lo que veo. ¡Es una aventura numérica! ¿Quieren contar conmigo?" - respondió Miguel, invitando a los nuevos amigos a unirse.

"¡Sí!" - dijeron todos al unísono.

Así que juntos siguieron su ruta de conteo. Miguel apuntó hacia un árbol.

"Seis ramas grandes" - dijo Miguel mientras todos miraban hacia arriba.

Luego, vieron una arenera donde había siete niños jugando.

"¡Siete niños en la arena!" - contó Miguel, mientras se unía a ellos para jugar.

Al encontrar una pequeña tirolesa en el parque, Miguel contó ocho veces por donde se deslizaron algunos niños.

"¡Ocho veces!" - exclamó riendo, cuando uno de sus amigos cayó suavemente sobre la arena.

Microaventura tras microaventura, Miguel y sus amigos contaron nueve hojas que caían de un árbol por el viento.

"¡Nueve hojas!" - señaló con entusiasmo mientras el viento soplaba.

Finalmente, cuando el sol comenzaba a ponerse, Miguel se encontró con diez estrellas que empezaban a brillar en el cielo.

"¡Diez estrellas! ¡Este es el número diez!" - gritó, saltando de alegría.

Cuando acabó el conteo, sus amigos aplaudieron y le dijeron:

"Eres un excelente contador, Miguel. ¡Qué divertido fue contar todo lo que encontramos!" - decía Lucía, llena de entusiasmo.

A medida que el sol se ocultaba, todos se sentaron en el césped, cansados pero felices.

"¿Sabés qué? Contar puede ser una aventura increíble, ¡se pueden contar tantas cosas en el mundo!" - dijo Miguel, mientras sonreía a sus nuevos amigos.

Aquel día, Miguel no solo aprendió a contar del uno al diez, sino que también descubrió la alegría de compartir esas pequeñas aventuras con otros. Desde entonces, Miguel y sus amigos empezaron a explorar más cosas, sumando siempre nuevas aventuras y contando cada una, riendo y disfrutando del poder de los números juntos.

Y así, Miguel continuó sus andanzas, siempre curioso y descubriendo que, con los números, el mundo ¡era infinita diversión!

FIN.

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