Las Aves de Colores de Ana Cristina



Una cálida mañana, Ana Cristina se despertó con el deseo de aventurarse al parque cercano. El sol brillaba en lo alto, y el cielo estaba despejado, perfecto para buscar hermosas aves. Las historias que su abuela le contaba sobre aves mágicas volando entre las nubes estaban siempre en su mente. Ana Cristina pensaba que si podía ver una, podría capturarla en su cámara y luego realizar su figura en plastilina.

Mientras caminaba por el parque, Ana Cristina miraba hacia el cielo, escudriñando cada rincón. De repente, algo brillante llamó su atención.

- ¡Mirá eso, un ave azul! - exclamó Ana, señalando el cielo.

El ave tenía alas deslumbrantes que destellaban al sol. No solo era azul, sino que también tenía destellos de verde esmeralda y violeta.

- ¡Quiero sacarle una foto antes de que se vaya! - dijo Ana, sosteniendo su cámara con mucha emoción.

Sin embargo, antes de que pudiera fotografiarla, el ave voló en círculos, como si estuviera jugando en el aire.

- ¡Es mágica! - gritó Ana, saltando de alegría. - ¡Volá hacia mí, hermosa ave!

En ese momento, lo inesperado ocurrió. El ave, en lugar de alejarse, se acercó paulatinamente y se posó sobre una rama cerca de Ana. Era una visión tan impresionante que Ana apenas podía creerlo.

- ¡Gracias, pajarito! - dijo entre risas, rápidamente tomando su cámara. - No te muevas, por favor.

Ana hizo click y quedó maravillada con la foto. Pero lo que no sabía era que no estaba sola en el parque. Una pequeña hada, con alas iridiscentes que brillaban como las estrellas, la observaba desde la sombra de un árbol.

- ¡Hola! - saludó la hada, con una voz dulce.

Ana se sorprendió y apartó su mirada del ave, enfocándose en la hada.

- ¡Hola! ¿Eres un hada de verdad? - preguntó Ana, emocionada.

- Sí, soy Lila, la guardiana de estas aves mágicas - respondió el hada.

- ¡Qué maravilla! - exclamó Ana. - He soñado con aves como estas toda mi vida. ¿Puedo hacer figuras de plastilina de ellas?

- Por supuesto, pero recuerda que las aves son criaturas mágicas y deben ser tratadas con respeto - le aconsejó Lila. - Si quieres hacer figuras de plastilina, debe ser con amor y cariño.

Ana asintió, prometiendo servir de cuidadora de las aves a partir de ese momento. Entonces, Lila le enseñó a Ana a observar las aves con atención.

- Primero, observa sus alas, su forma y los colores - explicó el hada. - El arte de hacer figuras de plastilina es capturar todo eso.

Ana se sentó en el suelo con sus materiales, mientras Lila la guiaba. Juntas, empezaron a crear. Con cada figura que moldeaba, Ana se llenaba de alegría.

- ¡Mirá esta! - dijo Ana, mostrándole una figura de un ave con alas de arcoíris.

- Es hermosa, Ana, pero también a veces deben volar libres - dijo Lila sonriendo. - Las aves deben regresar a sus nidos. Debes aprender a dejar que la naturaleza siga su curso.

Ana tomó un momento para reflexionar. Sabía que lentitud y respeto eran importantes.

- Sí, tienes razón, Lila. Las aves deben volar libres y yo debo aprender a apreciarlas sin atraparlas - concluyó Ana.

Finalmente, después de un día lleno de descubrimientos, Ana se despidió de Lila y de las aves. Con su cámara y sus figuritas, se llevó un mensaje del hada y una promesa en su corazón: proteger a las aves y dejar que vivan libres.

- ¡Hasta pronto, Ana! - gritó Lila mientras se marchaba volando entre los árboles.

Ana sonrió, miró a su alrededor y pensó que siempre hay algo mágico en el cielo, si uno se toma el tiempo para mirar. Y así, regresó a casa inspirada y más enamorada de la naturaleza que nunca, dispuesta a seguir creando y respetando a todas las criaturas que la rodeaban.

FIN.

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