Las Bendiciones de Moisés
Era un día espléndido en el desierto. El sol brillaba y el viento suave acariciaba la piel de los israelitas, que estaban reunidos en torno a Moisés en un gran claro. Era un momento especial: Moisés iba a bendecir a cada una de las tribus de Israel antes de partir hacia el monte nuevo.
Moisés, un hombre de gran sabiduría y fortaleza, se preparó para hablar. Con una voz llena de amor y respeto, comenzó su discurso.
"-¡Querido pueblo de Israel! -exclamó Moisés- Hoy quiero recordarles cuánto valor tienen y cuán unidos debemos permanecer. Cada uno de ustedes es una chispa de luz en esta gran familia llamada Israel."
Los israelitas lo escucharon con atención, sintiendo en sus corazones cada palabra. Moisés miró a la primera tribu, la de Rubén, y dijo:
"-Rubén, hijo de mi corazón, tú eres fuerte y decidido. Que siempre encuentres el camino correcto y te guíes por la justicia."
Los rubenitas sonrieron con orgullo y agradecieron a Moisés por sus bendiciones. Luego, Moisés se dirigió a la tribu de Simeón.
"-Simeón, valientes guerreros, que siempre protejan a los más débiles. ¡La valentía reside en el amor!"
Las manos de los simeonitas se unieron en un gesto de camaradería. A medida que Moisés continuaba bendiciendo a cada tribu, sus palabras llenaban el aire de esperanza y unidad. Bendijo a los levitas, a los hijos de Judá y cada tribu que pasaba por su lado.
"-A ti, Judá, que tu espíritu siempre brille como una estrella, iluminando el camino de tus hermanos", dijo Moisés, haciendo que los judíos se sintieran especiales.
A medida que la tarde avanzaba, un pequeño niño llamado Elián se acercó a Moisés, con una mirada inquieta.
"-Moisés, ¿los dioses nos escuchan? -preguntó Elián con voz temblorosa."
Moisés se agachó un poco para estar a la altura del niño y le respondió con una sonrisa.
"-Elián, siempre que nuestros corazones estén unidos, nuestras voces se escuchan. Recordemos siempre las enseñanzas de nuestros ancestros, y así mantendremos viva la esperanza y la fe en nosotros mismos."
Las palabras resonaron entre la gente, y Elián se sintió aliviado. Pero, antes de partir a la montaña, Moisés dijo algo que sorprendió a todos:
"-Y ahora, échenme una mano, porque el camino hasta el monte nuevo no es sencillo. Necesito valientes como ustedes para acompañarme en este viaje."
De inmediato, un grupo de jóvenes levantó la mano.
"-¡Yo voy! -gritó un chico de la tribu de Dan."
Moisés miró a sus seguidores y los energizó.
"-¡Muy bien! Vamos juntos, pero debo recordarles que debemos respetar las reglas y apoyarnos mutuamente."
El grupo empezó a subir y, a mitad de camino, un obstáculo apareció en su senda: una gran roca bloqueaba el paso. Todo el entusiasmo se desvaneció por un momento.
"-No lo vamos a poder mover, Moisés -dijo una chica de la tribu de Efraín, sintiéndose desconcertada."
Moisés les miró con una sonrisa.
"-Recuerden, siempre juntos somos más fuertes. Vamos a empujar todos a la vez. Uno, dos, ¡tres!"
Con un esfuerzo conjunto, lograron mover la roca. Celebraron con risas y se sintieron más unidos. Cuando finalmente llegaron a la cima, el atardecer pintaba el cielo con tonos de rojo y dorado.
"-Miren, amigos -dijo Moisés mirando a su alrededor- aquí hay un lugar para recordar todo lo que hemos compartido, cada risa, cada lágrima."
Los jóvenes lo escuchaban con ojos brillantes.
"-Moisés, ¿qué vamos a hacer aquí? -preguntó Elián con curiosidad."
"-Vamos a recordar. Y a aprender que cada final trae un nuevo comienzo. Las enseñanzas de nuestros ancestros nos acompañarán siempre," respondió Moisés.
Mientras observaban el paisaje, una sensación de paz llenó sus corazones. Moisés sintió que era el momento de despedirse y comenzó a hablar con voz serena.
"-Siempre estaré con ustedes en cada paso que den. Nunca dejen de cuidar a su pueblo y aprender unos de otros. Estén siempre unidos y sean la luz que guía el camino. ¡Los amo, israelitas!"
Los jóvenes se abrazaron entre sí, sus ojos brillando de orgullo y emoción. Esa noche, bajo un manto de estrellas, aprendieron que la unidad y el amor son más poderosos que cualquier desafío. Y así, con la bendición de Moisés en sus corazones, comenzaron un nuevo capítulo en su historia.
Desde ese día, los israelitas recordaron el mensaje de Moisés en cada reunión y en cada nueva aventura. Y aunque él fue a reunirse con sus ancestros, su espíritu seguía vivo en cada uno de ellos, guiando su camino hacia un futuro brillante.
FIN.