Las Bolsas Mágicas de Mar del Plata
Era un día soleado en Mar del Plata, en 1979. Los chicos del barrio estaban por salir a jugar al parque, cuando de repente, un ruido extraño rompió la calma del día. Una avioneta blanca surcó el cielo. Todos miraron hacia arriba, maravillados.
- ¡Mirá, un avión! - gritó Juan, el más entusiasta del grupo.
- ¿Qué estará haciendo? - preguntó Lucía, con ojos curiosos.
- Quizás trae regalos - dijo Mateo en broma, riendo.
De repente, la avioneta soltó unas bolsas negras que cayeron en el parque. Los niños no podían creer lo que estaba sucediendo.
- ¡Vamos a ver qué hay! - propuso Juan, tomando la delantera.
- Esperen, tal vez sean peligrosas - dijo Lucía, preocupada.
Pero la curiosidad pudo más que el miedo, y corrieron hacia las bolsas. Al acercarse, notaron que no eran bolsas comunes; brillaban un poco bajo el sol.
- Abrámoslas - dijo Mateo, que siempre estaba buscando aventuras. Todos asintieron con emoción.
Cuando abrieron la primera bolsa, encontraron un montón de lápices de colores, pero no eran lápices cualquiera; cada uno tenía un color brillante y especial.
- ¡Wow! ¡Son mágicos! - exclamó Juan, tomando un lápiz rojo. - ¡Voy a dibujar un dragón!
Al momento de trazar, el dragón salió del papel en forma de luces danzantes. Los chicos quedaron asombrados, y se llenaron de alegría.
- ¡Yo quiero probar! - dijo Lucía, tomando un lápiz azul. Dibujó un mar lleno de peces que empezaron a nadar alrededor de ellos.
- ¡Miren cómo juegan! - gritó Mateo, que estaba intentando dibujar una ciudad. En cuanto trazó el contorno, comenzó a aparecer una ciudad de cartón con miniaturas de personas y autos.
La diversión era increíble, pero de repente, Juan, observando a su alrededor, dijo:
- Esto es muy divertido, ¡pero tenemos que compartirlo con todos los demás!
Los niños decidieron que debía ser así. Juntaron las demás bolsas y fueron al barrio, invitando a todos a unirse. Nunca antes habían visto tanto entusiasmo: Capaz el lápiz o los dibujos mágicos podían transmitir alegría a todos.
Al poco tiempo, el parque se llenó de risas y voces de niños de todas partes. Cada uno dibujaba algo distinto, y el aire se llenó de luces y formas hermosas que danzaban en el cielo.
- ¡Miren, la colorida lluvia de estrellas! - dijo Lucía. - Deberíamos hacer una gran historia juntos.
Con la ayuda de los lápices mágicos, crearon un mural gigante en el parque, donde cada uno aportó su dibujo. El mural contaba la historia del lugar: el mar, la playa, los amigos, hasta un gran sol que sonreía.
Mientras todos trabajaban, elviejo Don Carlos, el artista del barrio, se acercó.
- ¡Qué maravilla han creado, chicos! - dijo, sorprendido por la idea del mural.
- ¡Son lápices mágicos! - explicaron todos al unísono.
Don Carlos sonrió.
- La verdadera magia está en el tiempo que pasan juntos y en la amistad que se construye. Eso es lo que hace que el arte brille aún más.
Así, cada día, los chicos se reunían en el parque a dibujar y contar historias. Pronto se unieron otros niños, y aquel lugar se transformó en un centro de creatividad y unidad.
Con el tiempo, las historias se compartieron, y Mar del Plata se llenó de belleza y alegría. La avioneta, al parecer, había dejado no solo lápices mágicos, sino también un hermoso espíritu de comunidad.
- ¡Nunca dejemos de crear! - dijo Juan.
- Y siempre compartamos nuestra magia - agregó Lucía, sonriendo.
Así, todos aprendieron que las cosas más valiosas no siempre vienen de las grandes aventuras, sino de los momentos compartidos y la creatividad que llevamos dentro.
FIN.