Las Botas Increíbles de Luna
Era un día nublado en la escuela primaria 'Los Colibríes'. Luna, una niña de ojos brillantes y cabello rizado, se sentaba junto a la ventana de su aula, mirando cómo las gotas de lluvia chocaban contra el cristal. La tormenta se aproximaba y el cielo se oscurecía.
- ¡Miren, miren! -exclamó su amiga Sofía, mientras señalaba hacia afuera- ¡Qué impresionante se ve la lluvia!
- Sí, pero me temo que hoy no podremos salir a recreo -respondió Luna, un poco decepcionada- ¡Siempre que llueve es tan aburrido!
A medida que la lluvia comenzaba a caer más fuerte, la maestra, la señorita Clara, trató de mantener la atención de todos los alumnos. Pero Luna no podía dejar de pensar en la diversión que se perdía en el recreo.
- Si tan solo tuviera unas botas de lluvia -susurró Luna, mirando hacia sus zapatos secos y normales-. ¡Podría saltar en los charcos!
La tormenta arreció y las nubes se oscurecieron aun más.
- No te preocupes, Luna -dijo Sofía, dándole un suave golpe en el brazo-. ¡Podremos tener una aventura en clase!
Mientras los chicos hablaban, la señorita Clara tuvo una idea.
- Chicos, hoy vamos a hacer algo especial. ¡Vamos a crear nuestra propia aventura! -dijo con una sonrisa-.
Los ojos de todos brillaron.
- ¡Sí! -gritaron al unísono.
La señorita Clara empezó a repartir hojas de papel y colores, y los niños comenzaron a dibujar lo que más les gustaría hacer si estuvieran afuera, en medio de la lluvia.
- Voy a dibujar un enorme charco -anunció el pequeño Lucas, entusiasmado-. ¡Y yo saltaré en él!
- Y yo dibujaré una carrera de barcos de papel -dijo Sofía, mientras comenzaba a colorear su dibujo.
Luna miró su hoja en blanco, pensando en su aventura perfecta. Pero, de repente, una idea brillante le vino a la mente. Con rapidez, empezó a dibujar. Su hoja se llenó de charcos grandes, botas de colores y muchas risas.
- ¡Quiero saltar en los charcos con mis botas de lluvia! -dijo Luna, con una gran sonrisa.
Los compañeros comenzaron a reírse y se unieron a su idea.
- ¡Vamos a construir esas botas! -gritó Lucas.
La señora Clara, viendo la emoción en los ojos de los niños, dijo:
- ¿Y si hacemos un teatro de sombras? Podríamos representar cómo nos divertiríamos en la lluvia.
Los niños estaban encantados. Comenzaron a pensar en los personajes que interpretarían. Luna eligió ser una valiente exploradora que ama saltar en los charcos.
La tormenta afuera no cesaba. En cambio, los niños comenzaron a construir su escenario con cajas, papel y linternas.
- ¡Esto es genial! -dijo Sofía, mientras recortaba una figura de lluvia.
Cuando todo estuvo listo, empezaron la actuación.
- ¡Miren! -dijo Luna mientras saltaba al escenario-. ¡Aquí viene la lluvia!
- ¡Cuidado con los pepinos! -gritó Lucas, haciendo un gesto de que estaba intentando saltar en el charco.
Los niños reían y aplaudían mientras actuaban sus escenas. La risa se llenó del aula, y la lluvia seguía cayendo afuera. La tormenta se convirtió en algo maravilloso, llenándolos de creatividad.
Finalmente, la representación terminó en aplausos, y la señorita Clara se sonrió orgullosa.
- Eso fue asombroso, chicos. ¿Ven? A veces, lo que parece un inconveniente puede convertirse en una gran oportunidad.
- ¡Deberíamos hacer esto cada vez que llueva! -sugirió Luna, todavía emocionada.
- Y prometo que un día tendré mis botas de lluvia -dijo con una sonrisa.
Cuando sonó el timbre y la tormenta comenzó a calmarse, los niños salieron a ver el mundo después de la lluvia. Encontraron charcos enormes, y cada uno de ellos saltó con una gran sonrisa, llenando de alegría la tarde gris.
Y así, Luna comprendió que incluso en los días más oscuros, siempre hay una manera de encontrar diversión, amistad y nuevas aventuras.
FIN.