Las bromas divertidas de Jeisa
En un pequeño pueblo lleno de risas y juegos, vivía una joven llamada Jeisa que tenía un don especial: podía hacer reír a cualquiera. Sus amigos siempre estaban listos para escuchar sus historias locas y jugar a las travesuras que ella inventaba. Pero hay algo que los hacía un poco nerviosos: las bromas de Jeisa a veces eran un poco exageradas.
Un día radiante, mientras todos se preparaban para un picnic en el parque, Jeisa decidió que era el momento perfecto para hacerle una broma a su amigo Lazu. Ella sabía que a Lazu le encantaban los sándwiches de mermelada y banana, así que tuvo una idea. Le pidió a su amiga Mia que la ayudara a preparar los sándwiches.
"- ¡Vení, Mia! Vamos a hacer sándwiches de mermelada y banana con un toque especial!"
"- ¿Qué toque especial?" preguntó Mia, con una ceja levantada.
"- ¡Se lo vamos a poner de forma que parezca un monstruo! Así Lazu se va a reír a carcajadas cuando lo vea!" contestó Jeisa, riendo.
Las dos amigas se pusieron a trabajar y, al final, prepararon un sándwich gigante y espantoso. Cuando llegó el momento de la merienda, Jeisa le ofreció el sándwich a Lazu con una gran sonrisa.
"- ¡Mirá, Lazu! ¡Tu comida está lista!"
Pero, cuando Lazu vio el sándwich monstruoso, su cara se enrojeció de enojo.
"- ¿Qué es esto, Jeisa? No es gracioso. No tengo ganas de comer esto, ¡me da miedo!"
Todos se miraron preocupados. Jeisa, al darse cuenta de que Lazu no estaba riendo, sintió un nudo en el estómago. Ella solo quería que todos se divirtieran y pasaran un buen momento.
"- ¡Lo siento, Lazu! No quería asustarte, sólo quería hacerte reír..." dijo Jeisa, bajando la mirada.
Lazu, aunque al principio estaba enojado, empezó a pensar en cómo Jeisa siempre les hacía reír con sus ocurrencias.
"- Bueno, quizás... en realidad, es un poco gracioso. Pero me asustaste un montón. ¡Ahora no sé si comerlo o no!" dijo Lazu, mientras sus labios se curvaban en una risita.
Justo en ese momento, Mia exclamó: "- ¡Lazu, mira la cara que le hiciste al sándwich! ¡Es más gracioso de lo que pensabas!"
Los demás amigos se unieron a la risa, y poco a poco, la risa de Lazu se hizo más grande. Se levantó y, con una sonrisa, dijo:
"- Está bien, está bien, ¡me rindo! ¡Vamos a ver quién puede comer más rápido el sándwich monstruoso!"
Entonces, todos empezaron a reír y a tomar su propia porción del sándwich. Aunque inicialmente estaba enojado, Lazu se dio cuenta de que Jeisa solo quería verlos felices. La risa llenó el aire y el picnic se volvió más divertido que nunca. Después de comer, comenzaron a jugar juegos y contar anécdotas locas, riéndose juntos.
Al final del día, mientras caminaban de regreso a casa, Lazu se acercó a Jeisa y le dijo:
"- Oye, Jeisa, a veces tus bromas son un poco desenfrenadas, pero estoy feliz de que lo hiciste. ¡Nunca olvidaremos este día!"
"- ¡Gracias, Lazu! Prometo que la próxima haré algo menos monstruoso, pero igual de divertido," respondió Jeisa, sonriendo mientras miraba el cielo.
Esa chispa de diversión, de amistades y de risas, se convirtió en el recuerdo más preciado del verano. Desde aquel día, Lazu aprendió que las bromas a veces pueden asustar, pero las verdaderas intenciones están siempre llenas de amor y alegría. Por su parte, Jeisa entendió la importancia de conocer a sus amigos y hacerles reír de la manera que ellos disfrutaran más.
Y así, en el pequeño pueblo, las risas nunca pararon y la amistad entre Jeisa y Lazu se volvió aún más fuerte.
FIN.