Las brujas del bosque encantado



En un pequeño y mágico pueblo, escondido entre las colinas, vivían dos brujas buenas: Clara y Luna. Ambas eran conocidas por su habilidad en la cocina mágica, donde preparaban pócimas y remedios que ayudaban a los habitantes del lugar. Clara era alta y siempre llevaba un sombrero negro con una estrella dorada. Luna, más baja y con cabello rizado, prefería una gorra de bruja décor en tonos morados.

Un día, Clara y Luna encontraron una antigua receta de una poción que prometía brindar alegría a quien la consumiera. Pero había un problema: la receta era complicada y requería ingredientes raros. Emocionadas, decidieron que debían hacerla.

"¿Tenés todos los ingredientes, Luna?", preguntó Clara.

"Creo que sí, pero la receta dice que necesitamos una flor encendida y eso es muy raro de encontrar", respondió Luna con un tono de preocupación.

"No hay problema. Vamos a buscarla juntas. Un buen trabajo se hace en equipo", dijo Clara con determinación.

Y así, las brujas se montaron en sus escobas y volaron por los cielos azules. A medida que se adentraban en el bosque, notaron un brillo especial entre los árboles. Al acercarse, vieron un claro lleno de flores de muchos colores, y en el centro, la única flor encendida.

"¡Mirá! Ahí está", exclamó Luna con alegría.

"¡Vamos, vamos!", dijo Clara mientras zambullía su escoba hacia abajo.

Cuando aterrizaron, comenzaron a recoger la flor, pero justo en ese momento, apareció un travieso duende llamado Timo.

"¡Alto ahí! Si quieren la flor encendida, tendrán que resolver un acertijo", dijo el duende sonriendo traviesamente.

"Estamos listas, Timo!", respondió Clara.

"¿Cuál es el acertijo?", preguntó Luna.

Timo se rasca la cabeza y dijo: "¿Qué se puede romper, pero nunca se puede tocar?".

Las brujas comenzaron a pensar en voz alta.

"¿Una promesa?", sugirió Luna.

"¡Exacto! ¿Cómo lo supiste?", respondió Timo emocionado. Tras resolver el acertijo, el duende les entregó la flor encendida como recompensa.

"Ahora, volvamos a casa y preparemos la poción", dijo Clara, contenta.

Al regresar, las brujas rápidamente se pusieron a seguir los pasos de la receta. Pero en el último paso, Luna se distrajo mirando a una mariposa.

"¡Luna! ¡No olvides añadir el polvo de estrella!", gritó Clara.

"¡Oops! Lo siento, me distraje", respondió Luna apenada.

Al omitir el ingrediente crucial, la poción comenzó a burbujear y a cambiar de forma. De repente, una nube de humo salió volando por la ventana, llenando el aire con un fuerte olor a queso.

"¿Qué pasará ahora?", preguntó Luna asustada.

"Oh no, hicimos una poción de queso en vez de alegría", dijo Clara tratando de contener la risa.

Las brujas aprendieron que, para conseguir lo que deseaban, debían concentrarse y seguir los pasos atentamente. Con un poco de humor y mucho esfuerzo, decidieron intentarlo de nuevo. Juntas, se aseguraron de no distraerse más y completaron la poción correctamente.

Al final, cuando probaron la mezcla, ambas rieron dulcemente al ver que efectivamente traía alegría, haciendo que hasta los árboles del bosque comenzaran a bailar con la música de la felicidad.

"Esto es ¡increíble!", exclamó Luna.

"Lo logramos, pero sobre todo, ¡gracias a nuestra amistad!", dijo Clara abrazándola.

Y así, desde ese día, las brujas se convirtieron en expertas en pociones, siempre recordando que la amistad y seguir bien los pasos son ingredientes mágicos que nunca deben faltar en la vida. Y cada vez que alguien necesitaba un poco de alegría, solo tenían que acudir a ellas.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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