Las Brujas del Bosque Encantado
En un hermoso pueblo rodeado de bosques vibrantes y ríos cristalinos, vivían dos brujas muy particulares: Lila, la bruja blanca buena, y Runa, la bruja negra mala. Lila era conocida por su bondad y su capacidad para ayudar a los niños del pueblo, mientras que Runa, aunque tenía un corazón oscuro, también anhelaba la felicidad, aunque lo expresaba de un modo muy extraño.
Un día, Lila decidió organizar una fiesta mágica para los niños del pueblo.
"¡Va a ser una celebración increíble!", exclamó Lila, mientras esparcía polvo de estrellas y flores por todo el bosque.
"¡Tendremos dulces voladores y música de risas!"
Los niños esperaban con emoción la llegada del gran día. Pero Runa, al enterarse de la fiesta, se sintió celosa.
"¿Por qué Lila siempre tiene que ser la buena?", murmuró Runa. "Yo también soy importante".
Decidió chantajear a Lila y arruinar la fiesta. Con un giro de su varita, hizo que los dulces voladores se convirtieran en sapos croadores.
Cuando Lila vio lo que había sucedido, no se rindió. Con una sonrisa en su rostro, se acercó a Runa.
"Runa, ¡no está bien usar tu magia para hacer daño! ¿Por qué no te unes a nosotros y hacemos algo divertido juntos?"
"¿Divertirme? Bah, ¡no necesito de nadie!" respondió Runa, cruzando los brazos.
Sin embargo, mientras Runa observaba la felicidad de los chicos, una pequeña chispa de curiosidad comenzó a brotar en su corazón.
"¿Por qué no probás hacer dulces con tus poderes en lugar de sapos?", sugirió Lila con dulzura.
"No sé hacer dulces", admitió Runa, sorprendida por la oferta.
A partir de ese momento, Lila comenzó a enseñarle a Runa cómo crear golosinas mágicas que deleitaran a los niños.
"¡Mirá, todo lo que necesitas es un poco de amabilidad y un toque de magia!" dijo Lila mientras las luces de colores llenaban el aire.
Runa, al principio escéptica, empezó a disfrutar creando cosas juntas y poco a poco, su corazón también empezaba a cambiar.
Un día, mientras trabajaban juntas, las luces de colores comenzaron a titilar y un ruido extraño provenía del bosque.
"¿Qué es eso?", preguntó Runa, asustada.
"Vamos a averiguarlo" respondió Lila, con valentía.
Cuando llegaron a la fuente del ruido, encontraron a un grupo de criaturas mágicas atrapadas en una red.
"¡Ayuda!", gritaron las criaturas.
"¡Oh no! ¡Debemos hacer algo!", dijo Lila.
"Pero, ¿cómo? No puedo usar magia, tengo que ser buena", se preocupó Runa.
"¡Tú puedes!", animó Lila. "Utilizá lo que aprendiste. Juntas somos más fuertes".
Runa cerró los ojos y se concentró. Con un gran giro de su varita, la red se desvaneció y las criaturas mágicas fueron liberadas.
"¡Lo logré! ¡Hice algo bueno!" gritó Runa, saltando de alegría.
"¡Sí!", respondió Lila, sonriendo.
Las criaturas, agradecidas, comenzaron a danzar y esparcir luz a su alrededor. Lila y Runa se miraron y comprendieron que, aunque eran diferentes, juntas podían realizar cosas asombrosas.
"¿Tal vez podrías ayudarme con la fiesta?", sugirió Runa tímidamente.
"¡Sería genial!", exclamó Lila.
Ese día, Runa demostró que podía ser una bruja mágica y feliz.
"Vamos a celebrar las diferencias, entonces". Y así, la fiesta fue un éxito.
Los niños bailaron, rieron y disfrutaron de los dulces que las brujas habían creado juntas. Lila y Runa aprendieron que la verdadera magia reside en la unión y la amistad. Juntas, se convirtieron en las brujas más queridas del pueblo, haciéndole entender a todos que tanto la luz como la oscuridad tienen su lugar, siempre que se elija hacer el bien.
Desde entonces, la risa y la magia se apoderaron del bosque, donde las dos brujas, una blanca y una negra, continuaron ayudando a los niños a ser felices.
Y así, la historia de Lila y Runa nos enseña que no importa cuán diferentes seamos, siempre podemos encontrar un camino hacia la amistad y la alegría.
FIN.