Las Brujas del Bosque Perdido
Era un día soleado en el pequeño pueblo de El Encanto, y un grupo de niños -Sofia, Lucas y Mateo- decidieron aventurarse en el bosque cercano. Estaban emocionados por la posibilidad de descubrir algo mágico en aquel lugar lleno de árboles altos y misteriosos.
"¿Creen que encontraremos alguna criatura mágica?" -preguntó Lucas, con sus ojos brillando de emoción.
"Seguro, o tal vez una bruja" -dijo Mateo, riéndose mientras corría hacia un claro iluminado.
"Brujas? ¡No me asustes!" -exclamó Sofia, aunque en el fondo, su curiosidad era mucho más fuerte que su miedo.
Mientras exploraban, los niños se adentraron cada vez más en el bosque. De pronto, una niebla espesa comenzó a rodearlos, y se dieron cuenta de que se habían perdido.
"¿Dónde estamos?" -preguntó Sofia, mirando a su alrededor, nerviosa.
"No sé, pero tenemos que encontrar el camino de regreso" -respondió Lucas, tratando de mantener la calma.
"Escuchen, quizás podamos encontrar a alguien que nos ayude" -sugirió Mateo, decidido.
Los niños decidieron seguir un sendero que se veía menos cubierto por la niebla. Después de un rato, se toparon con una pequeña cabaña rodeada de flores de colores vibrantes. Sin pensarlo, se acercaron y llamaron a la puerta.
Una anciana con un sombrero puntiagudo y una sonrisa cálida les abrió.
"Hola, pequeños aventureros. ¿Qué los trae por aquí?" -preguntó la mujer.
"Nos perdimos y estamos buscando el camino de vuelta a casa" -dijo Sofia, aliviada de encontrar a alguien.
"¿Son... ¿usted es una bruja?" -murmuró Mateo, con un toque de miedo y fascinación.
"Soy una bruja, sí, pero no todas las brujas son malas. Yo solo quiero ayudar" -respondió la anciana con una voz suave.
Los niños estaban intrigados.
"¿De verdad puede ayudarnos?" -preguntó Lucas.
"Por supuesto, pero primero tendrán que ayudarme a hacer una poción mágica" -dijo la bruja, guiándolos hacia su cocina llena de frascos y hierbas.
Los niños se pusieron a trabajar con entusiasmo, midiendo polvos mágicos y mezclando ingredientes. Mientras cocinaban, la anciana les contaba historias sobre el bosque y las criaturas mágicas que lo habitaban.
"Sabían que en este bosque viven los duendes que protegen las flores y los árboles?" -les contó la bruja, mientras añadía un puñado de pétalos a la mezcla.
"¡No!" -exclamaron los niños al unísono.
"Sí, y también cuentan que si son buenos con la naturaleza, recibirán ayuda de ellos cuando más lo necesiten".
"¡Nunca pensé que podríamos ser amigos de duendes!" -dijo Mateo, emocionado.
Terminada la poción, la bruja sonrió satisfechamente.
"Ahora, si hacen un deseo sincero mientras lanzan esta poción al aire, encontrarán el camino a casa" -les instruyó.
Los niños tomaron la poción y, con toda su fuerza, desearon volver a su hogar. En un instante, una brillante luz los envolvió. Cuando abrieron los ojos, se encontraron justo en el borde del bosque, donde la niebla había desaparecido.
"¡Lo hicimos!" -gritó Sofia, mirando a sus amigos con alegría.
"Y con la ayuda de una bruja, ¡nada menos!" -añadió Lucas.
Antes de separarse, se prometieron volver a visitar a la amable bruja. A partir de ese día, siempre recordaron la lección que aprendieron: la verdadera magia se encuentra en la amistad y el respeto por la naturaleza.
Desde entonces, los niños visitaron al bosque con más frecuencia, cuidando de sus rincones y pequeños seres, esperando un día volver a ver a su nueva amiga, la bruja del bosque perdido.
FIN.