Las brujas Ranghlid y la niña monstruo
Había una vez en el bosque encantado de Ranghlid, dos brujas muy peculiares llamadas Margarita y Petunia. Ellas eran conocidas por realizar hechizos de transformación, pero siempre con buenas intenciones. Un día, las brujas escucharon un llanto desgarrador proveniente de lo profundo del bosque. Al acercarse, descubrieron a una niña pequeña y solitaria que les miraba con gran tristeza. Su piel era verde, su cabello estaba lleno de ramas y sus dientes parecían colmillos. La niña, asustada, les contó que había sido rechazada por los habitantes del pueblo por ser diferente, y que anhelaba encontrar su lugar en el mundo.
- ¿Qué podemos hacer para ayudar a esta pobre niña? - se preguntó Margarita con voz preocupada.
- Creo que podemos ayudarla a ser aceptada, pero primero debemos enseñarle a amarse a sí misma - respondió Petunia con determinación. Las brujas se propusieron entonces a enseñarle a la niña a utilizar sus habilidades especiales de una manera positiva, y a ver la belleza en su singularidad.
Durante semanas, la niña monstruo aprendió a cuidar el bosque, a ayudar a los animalitos heridos y a cultivar plantas mágicas con la ayuda de las brujas. Con el tiempo, su piel se volvió más suave, su cabello adquirió un brillo dorado y sus dientes se convirtieron en una sonrisa radiante. La niña monstruo descubrió que su diferencia era precisamente lo que la hacía especial, y que podía usar sus habilidades para hacer del bosque un lugar mejor.
Un día, un malvado gigante del bosque comenzó a destruir los árboles y a asustar a los animales. La niña monstruo, junto con las brujas, decidió enfrentarlo utilizando sus habilidades y su bondad. Trabajaron juntos para detener al gigante y salvar el bosque. Los habitantes del pueblo, asombrados por su valentía, finalmente abrazaron a la niña monstruo y la aceptaron tal como era. De ese día en adelante, la niña se convirtió en la protectora del bosque, rodeada del cariño y la admiración de todos.
Las brujas Ranghlid y la niña monstruo enseñaron una importante lección a todos: la verdadera belleza reside en la aceptación de uno mismo y en la bondad que ofrecemos a los demás.
FIN.