Las brujas traviesas


Había una vez en un tranquilo pueblo rodeado de bosques, un grupo de brujas traviesas que siempre estaban buscando travesuras para hacer.

Ellas se divertían asustando a los animales del bosque, jugando bromas a los aldeanos y causando desorden por donde iban. Un día, cansadas de ser temidas y rechazadas, decidieron cambiar su actitud y usar sus habilidades mágicas para hacer el bien.

"¡Chicas, ya no podemos seguir asustando a todos! Debemos encontrar la manera de ser amigables y útiles para la comunidad", dijo la bruja mayor. Entusiasmadas con esta idea, las brujas se propusieron ayudar a los aldeanos con sus problemas. Curaron enfermedades, arreglaron cosechas arruinadas por las tormentas, e incluso ayudaron a encontrar a los animales perdidos.

Pronto, la gente del pueblo comenzó a verlas de manera diferente, ya no las temían, sino que las apreciaban por su bondad y generosidad. Las brujas se sentían felices al ver el cambio que habían logrado.

Pero un día, un poderoso mago visitó el pueblo y se burló de las brujas por haber abandonado su vida traviesa. "¿Qué pensarían sus ancestros de ustedes? Deberían seguir siendo brujas malvadas como siempre lo fueron", dijo con desdén.

Las brujas se sintieron desanimadas, pero pronto recordaron que la verdadera magia radicaba en el bien que habían hecho. Decidieron desafiar al mago a realizar una competencia de magia, en la que demostrarían que el bien siempre triunfa sobre el mal.

Con gran habilidad y corazón, las brujas realizaron increíbles actos de magia que dejaron al mago sin palabras. Finalmente, el mago reconoció su error y felicitó a las brujas por su valentía y bondad.

Desde ese día, las brujas fueron respetadas y queridas en el pueblo, enseñando a todos que el cambio es posible si se actúa con bondad y determinación.

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