Las brujitas del tesoro mágico



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una casa muy especial. Era conocida como "Casa Maestra", porque allí vivían tres brujas muy sabias y amables: Agustina, Martina y Valentina.

Estas brujitas eran expertas en hechizos buenos y siempre ayudaban a las personas del pueblo. Un día de invierno, mientras tomaban mate alrededor de la chimenea, escucharon unos ruidos extraños provenientes del jardín.

Salieron corriendo para ver qué sucedía y se encontraron con un hermoso cachorro blanco y animal que temblaba de frío. - ¡Oh, pobrecito! ¡Debe estar helado! - exclamó Valentina preocupada. Las brujitas rápidamente llevaron al cachorro adentro de la Casa Maestra y lo envolvieron en mantas para calentarlo.

Le dieron leche caliente y comenzaron a buscar información sobre cómo cuidar a un perro. Descubrieron que el perrito era un Samoyedo llamado Invierno. Invierno se convirtió en el nuevo integrante de la Casa Maestra.

Las brujitas lo cuidaban con mucho amor e Invierno les devolvía ese cariño con sus travesuras y alegría constante. Un día, mientras las brujitas estudiaban nuevos hechizos mágicos, Invierno entró corriendo emocionado por algo que había encontrado afuera.

Tenía un mapa entre sus dientes y movía su cola felizmente. - ¡Miren lo que encontré! - dijo Invierno saltando alrededor de las brujitas. Agustina tomó el mapa y lo observó detenidamente. Parecía ser un mapa de un tesoro escondido en las montañas cercanas.

- ¡Vamos a encontrar ese tesoro! - exclamó Martina emocionada. Las brujitas y Invierno se prepararon para la aventura. Empacaron sus cosas, tomaron sus escobas voladoras y siguieron el mapa hacia las altas montañas nevadas.

El camino estaba lleno de obstáculos, pero juntas superaban cada desafío. Cruzaron ríos helados, treparon árboles gigantes y atravesaron cuevas oscuras. Invierno siempre estaba a su lado, ladrando de emoción.

Finalmente, llegaron al lugar indicado en el mapa: una enorme cascada congelada rodeada de árboles centenarios. Agustina pronunció un hechizo especial que hizo que el hielo se derritiera revelando una caja llena de joyas brillantes. - ¡Lo encontramos! - gritaron emocionadas las brujitas.

Pero en ese momento, apareció un hombre codicioso llamado Don Ambrosio quien intentó arrebatarles el tesoro. - ¡Eso no es tuyo! - dijo Valentina valientemente mientras sostenía una vara mágica en su mano.

Con un movimiento rápido del brazo, Valentina lanzó un hechizo que hizo que Don Ambrosio se convirtiera en una estatua de hielo. Las brujitas recuperaron el tesoro y regresaron a la Casa Maestra junto a Invierno. A partir de ese día, las brujitas decidieron usar parte del tesoro para ayudar a las personas necesitadas del pueblo.

Construyeron un refugio para los animales abandonados, donaron comida y ropa a los más pobres, y crearon un programa de lectura para los niños.

Invierno se convirtió en el protector de la Casa Maestra y siempre estaba dispuesto a ayudar en cualquier tarea que se le asignara. Y así, gracias al amor y la valentía de las brujitas y su fiel amigo Invierno, el pequeño pueblo se llenó de felicidad y solidaridad.

La Casa Maestra se convirtió en un lugar donde todos eran bienvenidos y donde la magia del amor transformaba vidas. Y colorín colorado, esta historia llena de aventuras ha terminado.

FIN.

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