Las Brumas de Glacirso



Era una vez, en un rincón mágico del mundo, un lugar llamado Glacirso, donde vivían hermosas brujas. Cada una de ellas eran expertas en el arte de las pociones, conjuros y hechizos. Estas brujas usaban su magia para ayudar a los habitantes del lugar, desde curar plantas hasta guiar a los viajeros perdidos. Sin embargo, había una bruja en particular que se destacaba entre todas: se llamaba Lía.

Lía tenía un cabello dorado que brillaba como el sol y un corazón tan grande como su deseo de hacer el bien. Un día, mientras recogía ingredientes para su nueva poción, escuchó un lamento que provenía del bosque. Atenta, se acercó y descubrió a un pequeño zorro atrapado en una red.

"¡Ayuda, por favor! No puedo salir de aquí", dijo el zorro con voz temblorosa.

"No te preocupes, pequeño amigo, te ayudaré", respondió Lía, rápidamente obtuvo su varita y murmuro un hechizo.

Con un toque de su varita, la red se deshizo y el zorro quedó libre.

"¡Gracias! Eres una bruja muy especial", exclamó el zorro entusiasmado.

"Soy solo una bruja que le gusta ayudar a los demás", dijo Lía sonriendo.

El zorro agradecido decidió acompañarla en su camino.

Mientras caminaban juntos, el zorro le contó a Lía sobre un problema que estaba ocurriendo en la aldea.

"La luna ha dejado de brillar en las noches. La gente está triste porque no puede ver las estrellas – explicó el zorro. – Todos están preocupados, y los niños no pueden dormir sin la luz de la luna. ¿Podrías ayudar?"

Lía sintió en su corazón que debía hacer algo.

"¡Claro que sí! Juntos podemos hacer que la luna brille de nuevo", respondió enérgicamente.

Así que se prepararon para una gran aventura. Junto a su nuevo amigo, Lía decidió hacer una poción de luz lunar.

Recogieron flores brillantes, polvo de estrellas y un poco de rocío de la mañana.

"Esto debería funcionar, pero necesitaremos un poco de magia extra", dijo Lía mirando al zorro.

El zorro, que se había dado cuenta de que podía ayudar, empezó a dar vueltas a la poción mientras ladraba alegremente.

"¡Vamos, Lía! ¡Tu magia más la mía harán un gran hechizo!"

Cuando la poción estuvo lista, Lía la vertió en un frasco de cristal y juntos fueron a la cima de la montaña más alta de Glacirso.

"Desde aquí, la luna se verá estupenda", dijo el zorro mientras miraba hacia el cielo.

Lía levantó el frasco y comenzó a recitar un hechizo poderoso.

"Con el poder del amor y la amistad, devuélveme el brillo de la luna en un instante…"

En ese momento, una ráfaga de luz iluminó todo Glacirso. De repente, la luna comenzó a brillar más que nunca. ¡Era un espectáculo hermoso!

Los habitantes de la aldea miraron hacia arriba, sus corazones se llenaron de felicidad y los niños comenzaron a reír y a bailar.

"¡Lo logramos!", gritó el zorro lleno de alegría.

"Todo gracias a que trabajamos juntos", dijo Lía sonriendo.

Desde ese día, el zorro se convirtió en el fiel compañero de Lía. Juntos vivieron muchas aventuras mágicas, siempre ayudando a los demás y enseñando que la verdadera magia está en la amistad y el trabajo en equipo.

Glacirso nunca fue el mismo, pues todos los habitantes aprendieron a compartir y ayudar a los demás, mientras miraban al cielo, donde la luna brillaba con una luz especial, recordando el mágico día en que Lía y su amigo zorro devolvieron la felicidad a sus vidas.

Y así, la historia de Lía y su mejor amigo el zorro se convirtió en una leyenda que se narraba en cada rincón de Glacirso, mostrando a todos que, con un poco de magia y mucho amor, todo es posible.

FIN.

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