Las Burbuja Mágicas de Lía



Había una vez, en un colorido barrio argentino, una niña llamada Lía. Lía era una chica llena de energía, pero a veces sus emociones se desbordaban como un río en época de lluvia. Un día, mientras exploraba el jardín de su abuela, encontró una caja de burbujas mágicas. Estaba decorada con estrellas y la palabra 'Sentimientos' escrita en letras brillantes. Intrigada, Lía decidió probarlas.

Cuando Lía sopló la primera burbuja, una burbuja azul apareció flotando en el aire. "¡Mirá lo que hago!"- gritó Lía, y su enojo se desvaneció de inmediato. "Menos mal que soplé esa burbuja, porque no quiero pelear con mi hermano."

Con cada emoción que Lía sentía, iba creando burbujas de diferentes colores. La burbuja roja aparecía cuando estaba enojada, la burbuja amarilla cuando estaba emocionada y la burbuja gris cuando se sentía triste. Cada vez que soplaba una burbuja, Lía se detenía, respiraba y podía pensar con más claridad.

Un día, en la escuela, la maestra pidió que los estudiantes presentaran sus trabajos. Cuando fue el turno de Lía, se sintió tan nerviosa que casi se congela. Recordando sus burbujas mágicas, sopló una burbuja verde que apareció frente a ella. "Respirá, Lía. Todo va a estar bien"- se dijo a sí misma.

Cuando la burbuja estalló, se sintió más tranquila y pudo hablar con confianza. "Hoy les voy a contar sobre los animales de la selva,"- comenzó Lía, y sus compañeros la escuchaban atentamente. Al final, todos aplaudieron, y Lía sintió una sonrisa dibujarse en su rostro.

Sin embargo, no todo era color de rosa. Un día, un compañero de clase, Tomás, se burló de ella porque había olvidado algunas palabras en su exposición. Lía se sintió muy triste y la burbuja gris apareció. "¡No quiero sentir esto!"- pensó y con un soplo, la burbuja se elevó. "Me gustaría estar en casa en este momento"- dijo con lágrimas en los ojos.

Su amiga Sofía la vio y se acercó. "Lía, es normal sentirse triste. Pero no dejes que eso te haga sentir menos. A veces, la gente no entiende lo que sentimos y se burla sin pensar. ¿Estás bien?"- preguntó Sofía. Lía miró a su amiga y sonrió tímidamente. "Sí, solo necesitaba un momento. Gracias."-

A partir de ese día, Lía decidió que no dejaría que nadie le hiriera sus sentimientos. En lugar de eso, aprendería a transformar su tristeza en energía positiva. Comenzó a compartir sus burbujas mágicas con otros niños. "Si soplás una burbuja de color, podés entender mejor lo que sentís,"- explicaba Lía entusiasmada.

Los niños disfrutaban de la idea y comenzaron a crear sus propias burbujas. Un día, el maestro propuso un juego: cada uno debía decir cómo se sentía en ese momento antes de crear su burbuja. Lía vio que algunos niños se sintieron aliviados de compartir sus emociones. "Las burbujas no solo son para mí, sino para todos"- pensó Lía, sintiéndose feliz.

Pero un giro inesperado ocurrió cuando la abuela de Lía se enfermó. La niña, angustiada, ni siquiera podía soplar una burbuja. Estaba abrumada. "¿Por qué me pasa esto?"- se preguntaba. Finalmente, decidió que, aunque estaba triste, debía soplar una burbuja. En ese instante, en lugar de una burbuja gris, Lía sopló una burbuja dorada. "Voy a creer que todo va a estar bien"- se dijo.

La burbuja se elevó al cielo y, al estallar, llenó el aire de pequeños destellos dorados. Lía comprendió que, aunque las cosas son difíciles, siempre había magia en su interior que la ayudaría a seguir adelante.

Con el paso del tiempo, su abuela se recuperó, y Lía aprendió que la verdadera magia no eran solo las burbujas, sino la forma en que decidía enfrentar sus emociones. Aprendió que estaba bien sentirse triste, enojada o emocionada; lo importante era cómo las manejaba. "Las burbujas me han enseñado a ser yo misma y a compartir mis emociones con los demás,"- dijo un día en clase.

Desde entonces, Lía continuó creando burbujas. No solo para sí misma, sino también para aquellos que necesitaban un poco de magia en sus vidas. "Las emociones son como burbujas, suben y bajan, pero siempre podemos aprender de ellas!"- exclamó con alegría.

Y así, la magia de Lía se convirtió en un hermoso viaje de descubrimiento y amistad, donde cada burbuja significaba una oportunidad para sentir y comprender su mundo interior.

FIN.

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