Las Cartas de Samara
Había una vez en una colorida comunidad gitana, una chica llamada Sara, aunque todos le decían Samara, un nombre que le quedaba perfecto por su especial encanto. La comunidad la consideraba la más preciosa, no solo por su belleza, sino también por su amabilidad y alegría contagiosa. Cada día, al despertar, Samara miraba a su alrededor y sonreía, porque la luz de sus ojos era su madre, Mónica, a quien todos conocían cariñosamente como Menita.
Samara y Menita tenían una relación única. Samara siempre le decía a su madre cuánto la quería, y no había un solo día que pasara sin que le escribiera una carta. A veces, le contaba sobre su día, otras veces le dibujaba un sol o una flor y en cada carta, siempre había un 'Te quiero, mamá'.
Un día, mientras Samara estaba sentada bajo su árbol favorito, se le ocurrió que podría organizar un evento en la comunidad para mostrarle a Menita cuánto la apreciaba. "Voy a hacer un festival donde todos compartan sus cartas y expresen su amor por sus madres", pensó entusiasmada.
Samara corrió a contarle su idea a Menita. "Mamá, ¿Podríamos hacer un festival para honrar a todas las mamás de la comunidad? Quiero que todos cuenten por qué aman a sus mamás y compartan cartas como las que yo te escribo".
Menita sonrió y respondió con alegría: "¡Qué hermosa idea, Samara! Estoy segura de que a todas las mamás les encantará. Podríamos hacer juegos y bailes también".
Dicho y hecho, Samara comenzó a organizar el festival. Corrió de un lado a otro, hablando con todos en la comunidad. Y al principio, algunos tenían dudas: "¿De verdad hay que escribir cartas?" "No es solo pedirle a la gente que escriba", dijo Samara, convencida. "Es un acto de amor, así como yo lo hago con mi mamá".
A medida que se acercaba el día del festival, la emoción aumentaba. Sin embargo, una mañana, Samara se despertó con un nudo en el estómago. ¿Y si nadie quería participar? Si no había cartas, el festival no tendría sentido. Entonces, decidió escribirle una carta especial a su madre. En la carta, Samara expresaba todas sus dudas y miedos, y terminaba con: "Te quiero, mamá. Espero que este festival sea bonito como tú".
Cuando Menita leyó la carta, entendió lo que pasaba y, sin dudarlo, buscó a toda la comunidad. "Tenés que ayudar a Samara, es muy importante para ella", les dijo. Todos juntos se pusieron manos a la obra, decidiendo qué escribir y cómo ayudar a la pequeña organizadora.
Finalmente, llegó el día del festival. Samara, con su vestido colorido y una gran sonrisa, se dio cuenta de que la plaza estaba llena de gente lista para participar. Las mamás, los niños, todos se reunieron para contar historias, bailar y leer las cartas que habían escrito.
El momento más especial llegó cuando Menita, con una voz temblorosa de emoción, se dirigió a su hija. "Samara, hoy celebro no solo a las mamás, sino también a ti, por tu gran corazón y por hacer todo esto posible". Samara sintió que su corazón estallaba de felicidad, y abrazó a su madre fuertemente. "Gracias, mamá, por ser la mejor del mundo".
El festival fue un éxito, lleno de risas, amor y cartas. La comunidad gitana no solo honró a las mamás, sino que también aprendió a valorar el poder de expresar lo que sentimos con palabras. Desde entonces, Samara se convirtió en la niña que unió a muchos corazones, recordándoles a todos que lo más importante siempre es el amor familiar.
Y así, en la comunidad gitana, las cartas de Samara se volvieron un símbolo de amor y unión, dicendo siempre: "Te quiero, mamá".
FIN.