Las casas del río
Había una vez una comunidad de personas muy pobres que vivían en un pequeño pueblo llamado Aguasalada, a la orilla de un hermoso río. Aunque no tenían mucho, siempre se ayudaban entre ellos. La mayor parte del tiempo, reían y compartían sus historias mientras pescaban y recogían frutas del bosque cercano.
Un día, Don Pablo, el anciano del pueblo, con su voz sabia, reunió a todos. "¡Vecinos! He escuchado que viene una época de lluvias. ¡Debemos prepararnos! He visto como otros pueblos han aprendido a construir casas que protegen durante tormentas."
La comunidad decidió que era hora de construir sus hogares más seguros. Así que se reunieron en la plaza con un gran mapa hecho de hojas. Cada uno eligió un lugar y comenzaron a construir. "Voy a hacer mi casa bien fuerte, para que aguante el viento!" dijo Clara, una niña con trenzas y una energía contagiosa.
Mientras trabajaban, Juan, el más pequeño del grupo, observaba, pero no decía nada. Al final del día, sus amigos se acercaron a él.
"¿Por qué no estás ayudando, Juan?" le preguntó Lucía.
"Porque no sé cómo construir. No soy fuerte como ustedes", respondió Juan con voz baja.
Sus amigos lo miraron con comprensión. "No tienes que ser fuerte, Juan. Necesitamos ideas y creatividad también". Juan se sintió un poco mejor y decidió pensar en algo.
Con el pasar de los días, todos en Aguasalada trabajaron duro. Pusieron madera, tejieron hojas y construyeron paredes alrededor de sus casas. Juan, al fin, tuvo una idea brillante. Durante la noche, trabajó en secreto. Cuando sus amigos lo vieron, se quedaron sorprendidos.
"¡Mirá!" gritó Clara. "Juan ha hecho un canal de desagüe para que el agua se pueda ir del pueblo!". Todos se unieron a él, adaptando sus casas y construyendo canales para redirigir el agua de lluvia.
Llegó la época de lluvias y las nubes se oscuraron. Todos se refugiaron en sus casas mientras la tormenta comenzaba. Las lluvias eran fuertes, pero las casas de Aguasalada seguían en pie. El río creció y comenzó a desbordarse, pero gracias al canal creado por Juan, el agua se desvió y no inundó el pueblo.
Al terminar la tormenta, los aldeanos salieron de sus casas. Don Pablo, emocionado, dijo: "¡Lo hemos logrado! ¡Gracias a todos, y especialmente a Juan!". Todos los niños le aplaudieron y gritaron su nombre. Juan sonrió, sintiéndose apreciado.
La comunidad aprendió que la unión y las diferentes habilidades de cada uno eran la clave. A partir de ese día, no sólo se ayudaban en tareas, sino que también compartían ideas y escuchaban a los demás. Las lluvias ya no les daban miedo, porque sabían que juntos podrían enfrentar cualquier adversidad.
Y así, Aguasalada se convirtió en un lugar fuerte y unido, donde la creatividad y la amistad podían construir un futuro mejor, incluso a la orilla del río.
Desde entonces, cada vez que alguien tenía una nueva idea, todos se reunían para escuchar y aprender. La comunidad prosperó aún más y comenzó a ayudar a otros pueblos que necesitaban su experiencia.
¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!
FIN.