Las casitas de las capibaras


Había una vez tres capibaras muy traviesas llamadas Camila, Manuel y Sofía. Vivían juntas en una hermosa laguna rodeada de altos árboles frondosos. Un día, decidieron construir sus propias casitas para estar más cómodas y seguras.

Camila era muy trabajadora y decidió construir su casa con cañas y hojas, la terminó en poco tiempo. Manuel, por otro lado, era un poco perezoso y prefirió hacer su casa con ramas delgadas que encontró por el bosque.

Sofía, la más sabia de las tres capibaras, decidió tomarse su tiempo para construir una casa fuerte con troncos gruesos y piedras.

Una tarde soleada, mientras las capibaras disfrutaban de un picnic cerca de sus nuevas casitas, apareció un zorro astuto llamado Lucas. Lucas había escuchado sobre las capibaras y quería aprovecharse de ellas. "¡Hola amigas capibaras! ¿Puedo entrar a sus lindas casitas?", preguntó el zorro con una sonrisa falsa. Las capibaras se miraron entre sí preocupadas.

Sabían que Lucas no traía buenas intenciones. "Lo siento, Lucas", respondió Sofía con firmeza. "No podemos dejarte entrar a nuestras casas. "Lucas fingió estar decepcionado pero en realidad estaba furioso por no poder entrar a ninguna de las casitas.

Decidió esperar hasta que anocheciera para poner su malvado plan en acción. Esa noche, cuando todos estaban dormidos, Lucas se acercó sigilosamente a la casa de Camila hecha de cañas y hojas.

Sopló con fuerza tratando de derribarla, pero la estructura resistió gracias al trabajo duro de Camila. Luego fue a la casa de Manuel hecha con ramas delgadas e intentó soplar aún más fuerte.

La casa temblaba pero no cedía del todo gracias a los esfuerzos mínimos pero efectivos de Manuel. Finalmente llegó a la casa de Sofía hecha con troncos gruesos y piedras. Por más que soplara con todas sus fuerzas, la casa permaneció intacta frente al ataque del zorro astuto.

Al ver que sus planes fracasaban ante la fortaleza de las casitas bien construidas por cada capibara, Lucas huyó asustado sin volver nunca más por aquel lugar.

Al día siguiente al despertar y descubrir lo ocurrido durante la noche anterior, las tres capibaras se abrazaron contentas por haber trabajado juntas para protegerse unas a otras.

Desde ese día en adelante vivieron felices en sus seguras casitas junto a la laguna, recordando siempre que trabajar duro y ser inteligentes eran las mejores armas contra cualquier peligro que pudiera acecharlas.

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