Las Células Valientes de la Selva Lumínica
Érase una vez, en un rincón mágico de la naturaleza, una selva llamada Selva Lumínica, donde los árboles brillaban como estrellas y las flores danzaban al ritmo del viento. Allí vivían un grupo de pequeñas células, llamadas Celulitas, que eran muy curiosas y estaban siempre dispuestas a aprender sobre el mundo que las rodeaba.
Las Celulitas eran muy especiales, porque tenían un talento único: podían cambiar su forma y manera de actuar según las condiciones de la selva. Estaban siempre atentas a lo que sucedía a su alrededor; si el clima se ponía frío, ellas se abrigaban; si comenzaba a llover, formaban una pequeña nube para resguardarse.
Un día, mientras las Celulitas jugaban entre las ramas, notaron que la selva empezaba a cambiar. "¿Qué está pasando, Violeta?"- preguntó una Celulita llamada Rosa. "No lo sé, pero el aire se siente diferente, como si algo grande estuviera por suceder"- respondió Violeta, que era muy observadora.
Poco después, un viento fuerte comenzó a soplar y las hojas de los árboles toquetearon al ritmo del viento. Las Celulitas se miraron asustadas. "¡Debemos hacer algo!"- gritó Taru, la Celulita más valiente. "Si nos agrupamos y utilizamos nuestras habilidades para adaptarnos, tal vez podamos superar esta tormenta"- sugirió Violeta.
Las Celulitas entonces recordaron lo que su sabia maestra, la Gran Celulona, siempre les decía: "Cuando las cosas se ponen difíciles, nunca hay que rendirse. Juntas somos más fuertes"-. Así que decidieron formar un gran colectivo. Se acomodaron unas junto a otras y se cubrieron con sus brazos suaves para protegerse del viento.
"¡Fuera viento! ¡No nos vas a vencer!"- gritó Taru con determinación. Y de repente, surgieron luces brillantes desde su interior, iluminando el tenebroso viento que venía.
El viento, sorprendido por su valentía y su resplandor, empezó a calmarse. Las Celulitas se dieron cuenta de que sus luces formaban una barrera que el viento no podía cruzar. "¡Lo logramos!"- exclamaron todas al unísono. La selva volvía a estar tranquila y la primavera estaba a la vuelta de la esquina.
Tras la tormenta, la Gran Celulona apareció. "He visto todo lo que han hecho, Celulitas valientes. Han aprendido a regular su expresión, a ajustarse a las circunstancias y a apoyarse entre ustedes. Eso es lo que hace a una comunidad fuerte"- dijo con una sonrisa.
Desde entonces, las Celulitas no solo jugaron y aprendieron, sino que también se convirtieron en un equipo responsable. Entendieron que al trabajar unidas, podían enfrentar cualquier desafío que la vida en la Selva Lumínica les presentara. Y así, junto a sus amigos los árboles y flores, hicieron de la selva un lugar aún más especial, donde cada día era una nueva aventura llena de aprendizaje.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.