Las Cinco Valientes



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Esperanza, una mujer llamada Alejandra. A medida que crecía, ella se daba cuenta de que la indiferencia era un problema triste que afectaba a su comunidad. La gente pasaba de largo sin mirar a los ojos de los demás, y eso la hacía sentir sola. Cuando Alejandra se convirtió en una joven adulta, decidió que era hora de hacer un cambio.

Un día, mientras tomaba un café en la plaza del pueblo, se encontró con sus cinco amigas de toda la vida: Lucía, Martín, Carla, Sofía y Jimena. Cada una había sentido, de una manera u otra, la indiferencia que Alejandra había identificado.

"¡Chicas!" exclamó Alejandra. "¿Qué les parece si hacemos algo por nuestro pueblo? ¡Necesitamos inspirar a la gente a ser más amables y atentos unos con otros!"

Martín, un chico entusiasta, levantó su mano. "¡Yo me apunto! Podemos hacer carteles con mensajes positivos y repartir flores."

Carla, siempre con una sonrisa, agregó: "¿Y si hacemos un día de juegos en la plaza? Así todos se conocen y se divierten juntos."

Sofía, que era muy talentosa, dijo: "Podría escribir una obra de teatro para que la gente se ría y reflexione sobre lo importante que es la amabilidad."

Jimena, la más organizada del grupo, apuntó: "Entonces, ¡hagámoslo! Un día lleno de sorpresas para la comunidad."

Con el entusiasmo a flor de piel, las seis amigas comenzaron a planificar su gran evento. Pasaron días pintando, escribiendo y organizando juegos. Sin embargo, en el camino se enfrentaron a un obstáculo inesperado. Cuando sus padres se enteraron de los planes, se mostraron preocupados.

- “Pero, ¿y si no les gusta a los vecinos? ¿Y si se ríen de ustedes? ” preguntó la madre de Sofía.

La madre de Alejandra añadió: - “Es un cambio demasiado grande, a veces es mejor quedarse en lo seguro.”

A pesar de la preocupación de sus padres, las chicas no se rindieron. Decidieron que necesitarían la ayuda de la comunidad. Entonces, cada una fue a hablar con sus vecinos.

Lucía se acercó a una señora que solía vender flores. - “¡Hola, señora Rosa! Queremos hacer algo bonito para el pueblo. ¿Nos ayudaría a repartir flores a los que vengan a nuestra fiesta? ”

La señora Rosa, con una sonrisa, dijo: - “Por supuesto, niñas. La amabilidad es importante y me encantaría ayudar.”

Motivadas por esa respuesta, las demás amigas fueron por todo el pueblo. Hablaron con jóvenes, ancianos, familias, todos mostraron más interés del que esperaban.

Finalmente, llegó el día de la gran fiesta. La plaza estaba decorada con colores vibrantes, y la música sonaba alegremente. Todos los vecinos se unieron, algunos reían, otros jugaban, y finalmente se sintieron parte de algo especial.

- “¡Esto es increíble! ” exclamó Jimena mientras servía pastelitos.

La obra de teatro de Sofía fue un éxito rotundo. Todos se reían, pero, sobre todo, se dieron cuenta de que al ser amables, podían cambiar el ambiente del pueblo. Cada risa y cada palabra amable era un paso para dejar atrás la indiferencia.

Al final del día, Alejandra, emocionada, miró a sus amigas. - “¡Hicimos lo que creíamos que era imposible! Podemos seguir adelante, sin importar lo que nos digan.”

Sus amigas le sonrieron, sabiendo que juntas podían realizar muchos cambios más. Así fue como, de a poco, el pueblo de Esperanza se convirtió en un lugar donde la amabilidad reinaba, todo gracias a la valentía de seis amigas.

Todos aprendieron que en la unión, con amor y determinación, se podían derribar las barreras de la indiferencia. Y cada vez que alguien se sentía triste, siempre había una mano amiga extendida para ayudar, recordando que cada pequeño gesto cuenta.

Y así, Alejandra y sus amigas continuaron creando actividad tras actividad, transformando no solo el pueblo, sino también el corazón de cada habitante, hasta que la indiferencia pasó a ser solo un recuerdo lejano.

FIN.

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