Las Coles Mágicas de Sara



Sara era una niña alegre y curiosa que vivía en un pequeño pueblo rodeado de verdes campos y coloridos huertos. Sin embargo, había algo que Sara no podía soportar: ¡las coles de Bruselas! Cada vez que su mamá las cocinaba, ella ponía caras graciosas y se negaba a probarlas.

"¿Por qué tenés que hacer coles de Bruselas, mamá? ¡Son horribles!" - protestaba Sara mientras hacía gestos de desagrado.

Un día, mientras jugaba en el jardín de su abuela, Sara se encontró con una extraña anciana que llevaba un sombrero extraño y una capa llena de estrellas.

"¿Qué te pasa, pequeña?" - le preguntó la anciana con una voz suave.

"Esas coles de Bruselas son asquerosas, y no entiendo por qué a todos les gustan" - respondió Sara, cruzando los brazos con indignación.

La anciana sonrió y dijo:

"Puedo mostrarte algo mágico sobre las coles de Bruselas. ¿Te animarías a acompañarme a mi casa?"

Intrigada, Sara aceptó. La anciana, que se presentó como la bruja Margarita, la llevó volando en su escoba a un bosque encantado lleno de plantas y seres mágicos. Allí, había un jardín especial donde las coles de Bruselas crecían de maneras sorprendentemente coloridas y divertidas.

"¡Mirá!" - exclamó la bruja. "Estas coles pueden tener muchos sabores y formas. No son solo verdes y amargas como pensás. Vamos a probarlas de otra manera."

La bruja llevó a Sara a un caldero burbujeante y comenzó a mezclar ingredientes maravillosos: un poco de azúcar, unas gotas de limón y especias mágicas. Sara observaba con fascinación cómo las coles de Bruselas se transformaban en una deliciosa mezcla.

"¿Ves? No todo es lo que parece. A veces, las cosas más extrañas pueden volverse deliciosas si las vemos con otros ojos" - dijo la bruja mientras servía un plato.

Después de un primer bocado, los ojos de Sara se iluminaron.

"¡Es riquísimo! Nunca pensé que las coles de Bruselas pudieran ser tan sabrosas" - gritó con alegría.

Con el tiempo, Sara aprendió a hacer su propia receta de coles de Bruselas, disfrutando de la mezcla de sabores y compartiéndola con sus amigos y familiares.

"¡Hice coles de Bruselas en mi casa y a todos les encantaron!" - contó Sara un día en la escuela, sintiéndose orgullosa.

La bruja Margarita vio lo feliz que estaba Sara y sonrió, sabiendo que había ayudado a la niña a ver más allá de lo que pensaba.

"Recuerda siempre, Sara: no hay que juzgar a las cosas por su apariencia. El mundo está lleno de maravillas esperando ser descubiertas, solo hay que abrir la mente y el corazón" - le dijo la bruja antes de desaparecer en un destello de luces.

Desde entonces, cada vez que Sara veía coles de Bruselas en la mesa, sonreía y decía:

"¡Son mágicas!"

Y así, gracias a la bruja Margarita, Sara no solo descubrió lo deliciosas que podían ser las coles de Bruselas, sino también la importancia de mantener una mente abierta y explorar lo desconocido.

FIN.

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