Las Conejitas Que Nos Sabían Respetar



Había una vez un conejo que se llamaba Serapio. Él vivía en lo más alto de una montaña con sus nietas, Serafina y Séfora. Serapio era un conejo bueno y muy respetuoso con todos los animales de la montaña, y por ello lo apreciaban mucho.

Un día, mientras Serapio enseñaba a sus nietas sobre la importancia de respetar a los demás, escucharon un alboroto en el bosque. Serapio, curioso, decidió investigar.

"¿Qué es ese ruido?" - preguntó Séfora con ojos grandes de curiosidad.

"Vamos a averiguarlo, hijas" - respondió Serapio, guiando a las pequeñas por el sendero.

Al llegar al claro, vieron a un grupo de animales muy enojados. Era una ardilla, un ciervo y un zorro que discutían acaloradamente.

"¡Estás robando mis nueces!" - gritó la ardilla al zorro.

"¡Yo solo las estaba probando!" - respondió el zorro, con la cola erguida.

"No debes tomar lo que no te pertenece" - dijo el ciervo, tratando de mediar entre ellos.

Serapio se acercó con calma y dijo:

"Disculpen, amigos. ¿Qué pasa aquí?"

"Este zorro está tomando mis nueces sin pedir permiso" - se quejó la ardilla.

Serapio miró al zorro y le dijo:

"Recuerda que es importante respetar las cosas de los demás. Siempre debes pedir permiso antes de tomar algo que no es tuyo. ¿Quizás podrías pedirle a la ardilla unas nueces, zorro?"

El zorro bajó la cabeza y dijo:

"Tenés razón, Serapio. No debí tomar sin preguntar. Lo siento, ardilla. ¿Podés darme algunas nueces, por favor?"

La ardilla, al ver el arrepentimiento del zorro, sonrió y respondió:

"Claro, pero la próxima vez, por favor pedí antes. Así todos estaremos contentos."

Los tres animales se reconciliaron y agradecieron a Serapio por su sabiduría.

Contentos, Serapio y sus nietas regresaron a casa. Sin embargo, ese día, en el camino de vuelta, encontraron un nido caído de un pájaro.

"¡Oh, no!" - exclamó Séfora. "Debemos ayudar a los pajaritos. ¿Qué haremos?"

"Sí, abuelito, debemos hacer algo" - dijo Serafina.

Serapio pensó un momento y dijo:

"Propongo que recojamos el nido y lo volvamos a poner en el árbol. Pero necesitamos la ayuda de otros animales para que nos sostengan mientras lo colocamos."

Y así, Serapio decidió reunir a todos los animales de la montaña. Pronto, la ardilla, el ciervo y el zorro llegaron, dispuestos a ayudar.

"¡Hola, amigos! ¿Recordás que dijiste que podías ayudar, zorro?" - le preguntó Serapio.

"Por supuesto, Serapio. Quiero hacer lo correcto. ¿Cómo podemos ayudar?" - contestó el zorro, emocionado.

Juntos, formaron una cadena de animales. El ciervo sostuvo el árbol para que se mantuviera firme, mientras Serapio y sus nietas colocaban el nido en su lugar y la ardilla mantenía vigilantes a los pajaritos.

Después de un rato de esfuerzo, todo quedó en su sitio y los pajaritos pudieron volver a su nido.

"¡Gracias, Serapio!" - cantaron los pajaritos llenos de alegría.

"Recordá, siempre hay que ayudar y respetar a los demás, así viviremos en armonía" - dijo Serapio, orgulloso.

De regreso a su casa, Serapio miró a sus nietas.

"Hoy hemos aprendido una gran lección: cuando respetamos a los demás y ayudamos, creamos un mundo mejor para todos. ¿Verdad?"

"¡Sí, abuelo!" - respondieron Serafina y Séfora al unísono, felices y satisfechas.

Así, Serapio, Serafina y Séfora vivieron siempre respetando y ayudando a todos los animales de la montaña, creando un rincón lleno de armonía y amistad. Y cada vez que algún problema surgía, sabían que juntos podían resolverlo, siempre con respeto y solidaridad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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