Las cosquillas curativas



Había una vez una familia muy divertida y bromista, compuesta por Alba, Mar, Aurora y Migue. Siempre estaban buscando maneras de hacer reír a los demás y disfrutaban mucho de pasar tiempo juntos.

Un día, sin embargo, algo extraño sucedió. La familia dejó de hacer chistes y bromas. Todos se volvieron serios de repente y no podían entender qué estaba pasando. Alba fue la primera en darse cuenta de que algo andaba mal.

"Chicos, ¿por qué estamos tan serios últimamente? No es normal que no estemos riendo y divirtiéndonos como siempre", dijo Alba preocupada. Mar, Aurora y Migue miraron a Alba con caras tristes y suspiraron profundamente. "No lo sabemos realmente", respondió Mar con voz apagada.

"Simplemente hemos perdido nuestras ganas de hacer bromas". La familia decidió investigar lo que les estaba sucediendo. Buscaron en libros sobre risa, hablaron con amigos graciosos e incluso consultaron a un experto en humor.

Pero nada parecía ayudarles a recuperar su alegría perdida. Fue entonces cuando descubrieron el loloquitus, una enfermedad rara que afectaba el sentido del humor de las personas haciéndolas perder su capacidad para reírse o hacer reír a los demás.

Estaban convencidos de que uno de ellos padecía esta extraña enfermedad. Después de muchos análisis e investigaciones caseras (como contar chistes malos o poner películas cómicas), llegaron a la conclusión de que Migue era quien tenía el loloquitus.

"¡No puede ser! ¡Yo siempre fui el más gracioso de todos!", se lamentó Migue. La familia estaba preocupada, pero no iban a rendirse tan fácilmente. Decidieron que harían todo lo posible para curar a Migue y devolverle su sentido del humor perdido.

Alba, Mar y Aurora se pusieron manos a la obra. Intentaron contar chistes, hacer imitaciones graciosas y hasta organizaron una función de payasos en casa solo para Migue. Pero nada parecía funcionar. El loloquitus era muy poderoso.

Fue entonces cuando Alba tuvo una idea brillante. Recordó que las cosquillas siempre habían sido infalibles para sacar carcajadas de todos ellos. Así que decidieron intentarlo con Migue.

Con mucho cuidado, Alba comenzó a hacerle cosquillas en los pies a su hermano mayor. Poco a poco, una sonrisa tímida apareció en el rostro de Migue y luego estalló en risa contagiosa. "¡Lo logramos! ¡El loloquitus ha desaparecido!", exclamaron emocionados.

Desde ese día, la familia aprendió lo importante que es mantener el buen humor y nunca perder la capacidad de reírse juntos. Comprendieron que la risa es un regalo maravilloso que nos ayuda a enfrentar los momentos difíciles y fortalece nuestros lazos como familia.

A partir de entonces, Alba, Mar, Aurora y Migue siguieron haciendo bromas y riendo juntos cada día. Apreciaban aún más esos momentos llenos de diversión y alegría porque sabían lo valiosos que eran para mantener su felicidad y bienestar.

Y así, la familia bromista vivió muchas aventuras divertidas, siempre recordando que la risa es el mejor remedio para cualquier tristeza o enfermedad del alma.

FIN.

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