Las Costumbres de los Niños del Barrio
Era un día soleado en el barrio La Esperanza. Los niños estaban jugando en la plaza cuando comenzaron a hablar de sus costumbres y tradiciones. Entre risas y juegos, cada uno compartía algo que solía hacer.
- Yo suelo volar cometas en el parque los fines de semana - dijo Lucas, mientras miraba al cielo.
- ¡Eso suena divertido! Yo suelo ir a la piscina con mis amigos los viernes - comentó Sofía emocionada.
- Y yo suelo comer milanesa los domingos en casa de mi abuela - agregó Tomás, recordando los ricos olores que salían de la cocina.
Los demás niños escuchaban con atención, cada uno pensando en lo que solía disfrutar. Pero un día, mientras hablaban sobre sus costumbres, Sofía se dio cuenta de algo.
- ¿Qué les parece si hacemos algo diferente esta semana? - propuso.
Los niños se miraron intrigados.
- ¿A qué te referís? - preguntó Lucas.
- Según tengo entendido, todos solemos hacer las mismas cosas. ¿Por qué no inventamos una nueva costumbre que todos podamos disfrutar? - sugirió Sofía con entusiasmo.
Los niños se quedaron callados, pensando en la idea.
- ¡Eso suena genial! - exclamó Tomás. - Pero, ¿qué podemos hacer?
- Yo solía ver a mis papás hacer un picnic en el parque, eso sería divertido - dijo Valentina, recordando momentos alegres.
- ¡Eso me gusta! - dijo Lucas. - ¿Qué tal si hacemos un picnic en el parque el domingo? Cada uno trae algo de comida.
Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a planear cómo sería el picnic. Cada uno se comprometió a llevar algo especial.
El domingo llegó, y la plaza estaba llena de risas y juegos. Cuando los niños se reunieron, cada uno trajo algo delicioso. Sofía llevó empanadas, Lucas llevó fruta, Tomás llevó el famoso postre de su abuela y Valentina trajo jugos naturales.
- ¡Qué banquete! - exclamó Lucas al ver toda la comida.
- ¡Y todo compartido! - agregó Sofía, sonriendo.
Comenzaron a comer y reír juntos, disfrutando de su creación. En medio de la alegría, Sofía planteó otra idea.
- ¿Qué tal si hacemos esto cada mes? Así tenemos una nueva costumbre y pasamos tiempo juntos.
- ¡Sí! - gritaron todos al unísono.
Y así, los niños decidieron que cada mes organizarían un picnic. Comenzaron a explorar otras costumbres, como jugar a diferentes deportes, hacer manualidades y hasta realizar un juego de talento una vez al año.
Con el tiempo, la relación entre los chicos creció y se hicieron más unidos. Cada mes, aprendían nuevas canciones, recetas y juegos de unas costumbres a otras, y, lo que antes eran las costumbres individuales, se convirtieron en tradiciones del grupo.
- En lugar de sumarnos a la rutina, ¡creamos nuestra propia diversión! - dijo Valentina un día.
- Exacto - respondió Lucas. - Esta es la mejor costumbre que solemos tener.
Y así, los niños continuaron su camino, siempre buscando nuevas formas de disfrutar juntos, haciendo de cada encuentro una celebración de amistad y diversión. Todos comenzaron a comprender que, aunque era hermoso tener sus propias costumbres, compartirlas y crear nuevas juntos era aún mejor.
Al final del año, se hicieron promesas de seguir creando nuevas tradiciones y nunca dejar de disfrutar de la compañía del otro. Y así, el barrio La Esperanza se llenó de risas, colores y nuevas historias siempre que los niños se reunían.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.