Las Criaturas del Pueblo Olvidado
Era un día soleado cuando Lucas, un niño curioso de diez años, llegó al pueblo olvidado de Vallecanto, un lugar que había quedado atrapado en el tiempo. Las casas estaban cubiertas de hiedra y las ventanas polvorientas parecían ojos cerrados esperando despertar. Se decía que en las sombras del pueblo habitaban criaturas mágicas y extrañas.
Lucas estaba decidido a descubrir por qué estos seres aparecían solo en este lugar. Tenía un mapa antiguo que había encontrado en el ático de su abuelo, donde había marcas misteriosas indicando la ubicación de ciertos animales mágicos. Con una linterna en mano y una mochila llena de provisiones, se adentró en la aventura.
Paseando entre las ruinas, Lucas escuchó de repente un susurro suave como el viento. Lo siguió y, al llegar a un arbusto espeso, un pequeño zorro de color azul brillante emergió, sus ojos enormes y dorados clamando por atención. Este era Zafiro, el zorro de los sueños.
"Hola, humano. ¿Por qué has venido a este lugar olvidado?" - preguntó Zafiro, su voz melodiosa resonando en el aire.
"Quiero saber por qué existen criaturas como vos aquí. ¿Qué es lo que mantienen vivo a este pueblo?" - respondió Lucas, intrigado.
Zafiro sonrió, mostrando sus pequeños dientes afilados.
"Nosotros existimos porque Vallecanto guarda historias y recuerdos, pero necesitamos que alguien los rescate. Si lo haces, este lugar volverá a ser un hogar."
Lucas comprendió que su misión iba más allá de simplemente averiguar. Debía ayudar a recuperar el alma del pueblo. Mientras hablaban, el zorro se desvaneció entre hojas brillantes y Lucas decidió explorar más.
Caminando, llegó a un claro, donde encontró a una enorme tortuga de caparazón iridiscente llamada Lira, capaz de contar las leyendas del lugar.
"¿Por qué este pueblo está vacío, Lira?" - preguntó Lucas, mirándola con ojos curiosos.
"Los habitantes se marcharon porque perdieron la esperanza. Pero nosotros, los guardianes, estamos aquí para que recuperen su luz. ¿Ves estas marcas en el suelo? Cada una guarda una historia simbólica, y cada historia necesita ser contada." - dijo Lira, cerrando los ojos como si recordara tiempos pasados.
Con cada respuesta y cada leyenda, Lucas fue comprendiendo que para traer de vuelta a la comunidad debía conectar con la esencia de Vallecanto y sus habitantes. Siguió recorriendo el pueblo y descubrió a Alavia, un pájaro multicolor que danzaba en el aire.
"Alavia, ¿puedes ayudarme a entender las historias de este lugar?" - preguntó Lucas.
"Por supuesto. Pero necesitarás la música del pueblo. Busca el viejo campanario y toca la melodía que resuena en tu corazón. La música despierta la memoria y llama a quienes se fueron. Cuando lo hagas, nosotros emergeremos para recordar a los olvidados." - respondió Alavia, revoloteando alegremente.
Determinando que era su objetivo, Lucas se dirigió al campanario. Con cada paso, sentía que los rostros de aquellos que habían vivido en Vallecanto lo observaban. Al llegar, se enfrentó a un enorme reloj de torre cubierto de maleza.
Con valentía, buscó la forma de tocar. Al final encontró unas antiguas campanas en la parte más alta. Con todo su esfuerzo, hizo que las campanas resonaran pudriendo el aire con su melodía dulce.
A medida que la música llenaba el ambiente, una luz brillante se comenzó a formar. La magia de Zafiro, Lira y Alavia se unió, al igual que otros amigos que Lucas había conocido en su camino. Desde todos los rincones, aparecieron también figuras de antiguos pobladores, como sombras que habían perdido conexión.
Los seres mágicos rieron y se unieron en una danza, mientras las historias resurgían, y el pueblo cobraba vida nuevamente. Los rostros de felicidad se mezclaban con lágrimas de nostalgia.
"Lo hiciste, Lucas. Nuestra música está de vuelta. Vallecanto revive..." - exclamó Zafiro.
El aire se llenó de magia, esperanza y vida. Poco a poco, las casas comenzaron a reparar su deterioro, las flores florecieron vibrantes, y los animales mágicos volaron felices por los cielos.
Lucas comprendió que a veces, para revivir lo que se ha perdido, es necesario recordar y valorar lo que un día fue. Desde ese día, Vallecanto no fue solo un pueblo olvidado. Se convirtió en un lugar donde las historias cobran vida, donde los lazos de amistad crean magia, manteniendo varias vidas en constante movimiento. Y Lucas, el valiente niño, se transformó en el guardián de esas historias, listo para contarle al mundo sobre Vallecanto y sus creaturas mágicas.
Y así, se cumple la promesa de que donde hay esperanza y amistad, siempre florecerán nuevas historias.
FIN.