Las Cuatro Valientes
En un pequeño y colorido pueblo llamado Arcoíris, vivían cuatro amigas: Lila, la soñadora; Cora, la valiente; Tita, la curiosa; y Mía, la creativa. A pesar de su amabilidad y bondad, las demás chicas del pueblo no querían jugar con ellas. Y, a veces, eso las hacía sentir solas.
Un día mientras paseaban por el parque, Lila dijo:
- ¡Chicas! ¿Por qué no jugamos a ser artistas y montamos una obra de teatro?
- ¡Me encanta la idea! – exclamó Cora, animada. – Podríamos hacerla en el centro del pueblo.
- ¡Sí! ¡Eso sería genial! – gritó Tita, llenándose de energía.
- Pero… ¿qué pasará si nadie quiere venir a vernos? – preguntó Mía, preocupada.
Las amigas se miraron, sabiendo que esa era una posibilidad. Sin embargo, decidieron que nada las detendría. Se pusieron manos a la obra y comenzaron a crear un cuento adaptado, donde cada una de ellas representaría a un personaje valiente. Las actividades fueron muy divertidas, pero también trabajaron mucho, construyendo decorados con cajas y creando disfraces con papeles de colores.
Mientras tanto, las chicas del pueblo continuaban jugando en sus propios grupos, riendo y haciendo cosas diferentes. Sin embargo, las cuatro amigas se mantenían enfocadas en su obra y poco a poco fueron sorprendiendo a los que pasaban por el parque con su energía y creatividad.
Un día, mientras ensayaban, una niña llamada Sofía se acercó con curiosidad:
- Hola, ¿qué están haciendo?
- ¡Estamos montando una obra de teatro! – respondió Lila con entusiasmo.
- ¿Puedo ver? – preguntó Sofía, muy interesada.
- Claro que sí, ¡ven! – dijo Tita.
Sofía se unió a ellas y, a medida que pasaban los días, más y más niños del pueblo comenzaron a parar y observarlas ensayar. Se reían de las ocurrencias de las amigas y, con el tiempo, algunos incluso se unieron a su obra.
Llegó el gran día de la presentación. Todo el pueblo estaba invitado. Las cuatro amigas estaban un poco nerviosas, pero decidieron que estaban listas para mostrar su esfuerzo y valentía.
El parque se llenó de risas y aplausos. Las chicas hicieron un excelente trabajo, y al final todos -incluso los que las habían ignorado antes- aplaudieron con fuerza y las felicitaron.
- ¡Son impresionantes! – gritó uno de los niños.
- ¡Quiero ser parte de la próxima obra! – dijo otro entusiasmado.
Lila, Cora, Tita y Mía se miraron con sorpresa y felicidad. La actuación no solo les había permitido expresar su creatividad, sino que también había hecho que otros niños del pueblo las vieran de forma diferente.
- ¿Por qué no hacemos un taller de teatro todos los sábados en el parque? – sugirió Mía, entusiasmada.
- ¡Genial! Podemos invitar a todos – dijo Cora. – ¡Así nadie se sentirá solo!
Y así, las cuatro amigas descubrieron que, aunque a veces se sintieran solas, el trabajo en equipo y la valentía podrían atraer a otros hacia ellas. La obra de teatro no solo unió a esos niños, sino que creó un sentido de comunidad en Arcoíris. Todos los sábados, el parque se convirtió en un lugar donde la diversión y el arte se celebraban juntos, fomentando amistades y sueños.
Las cuatro amigas habían aprendido que lo más importante no era si eran aceptadas o no, sino que juntas podían lograr cosas increíbles y hacer que otros se sintieran bienvenidos. Y así, con risas, amistad y un toque de magia, el pueblo de Arcoíris se llenó de color y unión.
Y aunque en un principio nadie quería ser su amigo, en poco tiempo, se convirtieron en el corazón del pueblo donde todos se sentían felices y aceptados.
El fin.
FIN.