Las Decisiones de los Fabulosos Cuatro



En un colorido pueblito llamado Alegría, vivían cuatro amigos inseparables: Lucas, Sofía, Tomás y Valentina. Cada uno era muy diferente al otro, pero eso era lo que los hacía especiales. Un día, decidieron que era hora de elegir qué hacer durante sus vacaciones.

- ¿Qué les parece ir a la playa? - propuso Lucas, entusiasmado.

- ¡Esa idea me encanta! Pero yo prefiero quedarme aquí y hacer manualidades - se opuso Sofía, sin poder contener su emoción por crear.

- ¡Yo quiero ir a la montaña! - exclamó Tomás, que amaba escalar y perderse entre los árboles.

- ¡Ni se les ocurra dejarme sola en la ciudad! - dijo Valentina, preocupada por quedarse sin compañía.

Los cuatro se miraron, un poco confundidos. ¿Cómo podrían hacer algo juntos si cada uno quería algo tan diferente?

Entonces, Valentina sugirió:

- ¿Y si hacemos un trato? Cada uno puede hacer lo que quiere, y después podemos compartir nuestras aventuras.

- ¡Sí! ¡Eso suena genial! - respondió Sofía, con una gran sonrisa.

- ¡Contame más sobre esa idea! - insistió Tomás, curioso.

- Bueno, yo iré a la playa, ustedes podrían ir a la montaña o quedarse en la ciudad, y al final de las vacaciones nos reunimos y compartimos nuestras experiencias - explicó Valentina, con ilusión.

Así, cada uno decidió lo que más le gustaba. Lucas empacó su sombrero y protector solar para disfrutar del mar, Sofía reunió sus materiales de arte para crear, Tomás preparó su mochila de treking y Valentina empezó a planear actividades en la ciudad.

Los días pasaron rápido, y cada uno vivió sus propias aventuras. Lucas hizo castillos de arena, conoció a nuevos amigos en la playa y se zambulló en el agua. Sofía llenó su casa de pinturas, cerámicas y muchos colores. Tomás subió montañas, exploró cuevas y vio animales salvajes. Valentina visitó museos, ayudó en un parque y disfrutó de cada rincón de su plaza.

Al final de las vacaciones, todos se reunieron de nuevo en la plaza central de Alegría. Tenían tanto que contar que no sabían por dónde empezar.

- ¡Yo quiero contarles mi historia primero! - dijo Lucas, con mucho entusiasmo. - Hice un castillo de arena que era más alto que yo. ¡Y conocí a un amigo que se llama Benjamín!

- ¡Eso es increíble! - exclamó Sofía, mientras preparaba su cuenta. - Yo hice una exposición en el barrio y la gente vino a ver mis obras. ¡Vendí dos cuadros!

- ¡Guau! - gritó Tomás, impresionado. - Yo logré escalar la montaña más alta. ¡Vi una vista que nunca olvidaré!

- ¡Qué hermoso todo lo que hicieron! - comentó Valentina. - Yo organicé un taller de pintura en la plaza y pintamos un mural con mis amigos.

Cuando se miraron, cada uno con sonrisas en sus rostros, se dieron cuenta de que aunque habían tomado caminos diferentes, sus decisiones no solo les trajeron felicidad, sino que también enriquecieron su amistad.

- Ahora entiendo que a veces es mejor seguir nuestro propio camino - dijo Sofía.

- Sí, y hacer lo que realmente nos apasiona - agregó Lucas.

- Pero también que después podemos compartir lo que aprendimos - remató Tomás.

- Exacto, ¡y así siempre tendremos historias nuevas para contar! - concluyó Valentina entusiasta.

Desde ese día, los Fabulosos Cuatro decidieron que cada uno podría tomar sus decisiones basadas en lo que realmente deseaban, sin preocuparse por lo que pensaran los demás. Así, la amistad se hizo aún más fuerte, y cada cual se volvió el mejor contador de historias.

Y así aprendieron que, aunque cada uno es diferente y a veces elige camino distintos, lo importante es disfrutar del viaje y compartir las experiencias vividas. ¡Fin!

FIN.

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