Las Dos Hermanas y la Barbie Compartida
Había una vez dos hermanas que vivían en un pequeño barrio de Buenos Aires. La hermana menor, Valentina, tenía 4 años, era de tez blanca, con pelo largo color marrón claro y ojos marrones. Su hermana mayor, Julieta, era de 10 años, de tez blanca también, con flequillo y pelo marrón. Eran inseparables, siempre jugaban juntas en su habitación, pero un día todo cambió.
Era un soleado sábado por la mañana y las hermanas estaban entusiasmadas por jugar. Valentina encontró una hermosa Barbie que Julieta había dejado en el suelo.
"¡Mirá, Julieta! ¡Tengo una Barbie!" - gritó Valentina con alegría.
Julieta, que estaba en la otra esquina buscando otro juguete, se acercó rápidamente.
"Esa es mi Barbie favorita, Valen. ¡Dámela!" - dijo Julieta, con un poco de frustración en su voz.
"No, yo la encontré primera, así que es mía!" - respondió Valentina, abrazando fuertemente a la muñeca.
Ambas comenzaron a tirar de la Barbie hacia lados opuestos, hasta que, en un descuido, la muñeca se rompió en dos. Las miradas de las hermanas se cruzaron y el silencio invadió la habitación, solo interrumpido por el llanto de Valentina.
"¡Es tu culpa! ¡Siempre quieres todo para vos!" - grita Valentina entre lágrimas.
"¡No es cierto! ¡Es mi muñeca! Ahora está rota por tu culpa!" - dijo Julieta con enojo.
Las dos se separaron, una en cada extremos de la habitación. Julieta, angustiada, se sentó en su cama, y Valentina, sentada en el suelo, secaba sus lágrimas. Después de un rato, el enojo comenzó a disiparse y las dos sintieron el vacío que había dejado la discusión.
Valentina miró hacia Julieta y pensó en lo mucho que la quería. Se levantó y se acercó a su hermana.
"Julieta, ¿te gustaría que intentáramos arreglarla juntas?" - preguntó Valentina, con una luz de esperanza.
Julieta miró hacia abajo y, tras un momento de reflexión, dijo:
"Sí, podría ser. Quizás podamos crear algo nuevo con ella. Pero primero me gustaría que me digas que sí, la Barbie era también tuya, ¿no?"
Valentina hizo un gesto de asentimiento y ambas comenzaron a hablar de cómo podían arreglarla.
Tras buscar algunas cintas y pegamento, se pusieron a trabajar.
"Mirá, podemos usar este cinto como un vestido diferente para la Barbie, y con estos brillos la haremos especial", sugirió Julieta, sonriendo.
"¡Y podemos pintarle las uñas!" - respondió Valentina, entusiasmada.
Entre risas y creatividad, las hermanas no solo arreglaron la Barbie, sino que la transformaron en algo completamente nuevo: una Barbie con un vestido brillante y unas uñas espectaculares.
Cuando terminaron, miraron su creación. La Barbie ahora era única, un símbolo de su trabajo en equipo y unión.
"No puedo creer que haya quedado tan bien. ¡Lo hicimos juntas!" - dijo Julieta, llenando su corazón de alegría.
"Sí, ahora es nuestra Barbie", agregó Valentina, muy contenta.
Esa experiencia les enseñó que compartir no solo se trata de tener un juguete a la vez, sino de trabajar juntas y disfrutar del tiempo en pareja.
Desde ese día, su relación se fortaleció. Aprendieron a comunicarse mejor, a escuchar las ideas de la otra y, sobre todo, a divertirse juntas haciendo lo que más les gustaba. Y aunque a veces había desacuerdos, sabían que siempre podían encontrar una solución, si trabajaban en equipo.
Así, Valentina y Julieta no solo aprendieron a compartir un juguete, sino a ser más unidas que nunca.
FIN.