Las emociones de Crispi



En un pequeño pueblito de la Patagonia vivía Crispi, un niño curioso y lleno de energía. Un día, Crispi descubrió que sus emociones podían tomar formas físicas.

La alegría era un rayo de sol brillante, la tristeza era una nube gris y la ira era un volcán humeante. Al principio, Crispi no sabía cómo manejar estas emociones tan vivas, así que decidió emprender un viaje junto a sus amigos, la valentía y el amor, para comprender mejor sus emociones.

En su travesía, se encontraron con el miedo, un oscuro laberinto donde cada paso era una incertidumbre. Con astucia y coraje, lograron salir, llevándose consigo un nuevo amigo, el coraje.

Luego, se toparon con la envidia, un bosque denso y enredado que intentaba opacar la luz de la alegría. Con paciencia y bondad, lograron disipar la envidia, dejando espacio para la amistad. Finalmente, enfrentaron a la tristeza, un océano profundo y tormentoso que amenazaba con ahogarlos.

Con esperanza y solidaridad, lograron navegar a través de la tristeza, descubriendo que podían encontrar consuelo en la compañía mutua.

Al regresar a su pueblo, Crispi entendió que todas sus emociones eran parte de él, y que aprender a manejarlas le daría la fortaleza para enfrentar cualquier desafío en su vida.

FIN.

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