Las Emociones de Lía
Era un día soleado en el pueblo de Colores, donde todas las emociones vivían juntas en armonía. Lía, una joven niña, era conocida por su gran capacidad para sentir y expresar sus emociones, que iban desde la alegría hasta la tristeza.
Un mañana, mientras saltaba en su cama, decidió que iba a visitar a sus amigos en el parque. Todos estaban allí: Tomás, el niño alegre, que siempre tenía una sonrisa en su cara; Clara, la niña triste, que a veces se sentía sola; y Julián, el niño enfadado, que a menudo se irritaba por pequeñas cosas.
Lía estaba emocionada por verlos.
-Mirá, Lía, ¡te traje un globo! - dijo Tomás, mientras reía y hacía piruetas. Lía sonrió, sabiendo que eso haría feliz a Clara también.
-¡Qué lindo, Tomás! -dijo Lía y miró a Clara- ¿Te gustaría jugar con nosotros?
Clara bajó la mirada y susurró.-No sé, hoy me siento un poco triste.
Lía se acercó a su amiga y le dijo: -A veces es normal sentirse así. Está bien sentir tristeza, pero podemos intentar divertirnos. ¿Qué te parece si hacemos una carrera de globos?
Clara sonrió tímidamente, empezando a olvidarse de su tristeza. Mientras eso sucedía, Julián, que había estado escuchando, se cruzó de brazos e interrumpió. -Pero eso es una tontería. ¡A mí no me gustan los globos! Y si Clara no quiere jugar, ¡no vale la pena!
Lía, sorprendida, miró a Julián. -Entiendo que estés enfadado, Julián, pero no tenemos que hacer lo que tú quieras siempre. Podemos divertirnos de diferentes maneras.
-¿Cómo? , si Clara no puede jugar y los globos son una pérdida de tiempo- protestó Julián, irritado.
-¿Y si hacemos una búsqueda del tesoro? -sugirió Lía. -Podemos trabajar juntos y ayudar a Clara a sentirse mejor, y así todos podemos divertirnos.
Julián se quedó en silencio por un momento. Aunque seguía sintiéndose molesto, se dio cuenta de que esa idea era interesante. -Está bien, podemos intentarlo -respondió, un poco más tranquilo.
Así, Lía organizó la búsqueda del tesoro. Creó pistas y escondió pequeños tesoros por todo el parque. Al principio, mientras buscaban, Clara estaba un poco distraída, pero poco a poco el ambiente se volvió más alegre y divertido.
-¡Encontré una conchita que brilla! -gritó Clara, sus ojos brillando con emoción. El enfado de Julián comenzó a disiparse, y se unió a la diversión mientras todos celebraban el hallazgo de Clara.
A medida que buscaban más tesoros, la alegría de Lía, el entusiasmo de Tomás y la creciente risa de Clara contagiaron a Julián. De repente, encontró una pista que decía: 'La verdadera riqueza son nuestros amigos'.
-Quizás no importa si hay globos o no – dijo Julián, sorprendido por su propio cambio de mentalidad. -Me gustaría seguir buscando contigo. ¡Esto es más divertido de lo que pensé!
-¡Eso es lo que queríamos lograr! -exclamó Lía, sintiéndose feliz al ver cómo todos se sentían mejor.
Finalmente, los cuatro amigos terminaron la búsqueda, cada uno con pequeños tesoros en sus manos y muchas risas en sus corazones. Ese día Lía aprendió que cada emoción, ya sea alegre, triste, enfadado o irritado, tiene su espacio y que con un poco de entendimiento y amistad, cada uno puede encontrar la felicidad, incluso en los días grises.
Y así, en el pueblo de Colores, las emociones aprendieron a coexistir de una manera maravillosa, recordando siempre que cada una de ellas, en su momento, es importante y puede llevar a nuevas aventuras.
FIN.