Las emociones de Mili que no las sabía controlar
Era una vez una niña llamada Mili que vivía en un pequeño pueblo lleno de colores y risas. Mili era muy creativa y le encantaba dibujar, bailar y jugar con sus amigos. Pero había algo que Mili no podía controlar: sus emociones. Cuando estaba feliz, reía tan fuerte que asustaba a los pájaros, pero cuando se enojaba, sus gritos hacían temblar las ventanas de su casa.
Un día, Mili estaba en el parque pintando un bello paisaje cuando su amiga Sofi se acercó.
"¡Mili! ¡Vamos a jugar a la pelota!" - sugirió Sofi emocionada.
Mili miró su pintura y se sintió un poco molesta por tener que dejarla.
"No, Sofi, estoy muy ocupada. ¡No me molestes!" - dijo Mili de manera brusca.
Sofi se sintió triste al escuchar eso y se alejó un poco. Mili, al ver a su amiga alejarse, sintió una punzada de culpa pero no hizo nada para remediarlo, estaba demasiado enfocada en su pintura.
Esa tarde, mientras Mili regresaba a casa, se dio cuenta de que su pintura no era tan buena como había imaginado. La frustración le invadió y, sin pensarlo, rompió el lienzo y se sentó en el suelo a llorar.
"¡No puedo hacer nada bien!" - gritó.
De repente, una mariposa de colores brillantes voló a su alrededor, haciendo que Mili se detuviera y la mirara. La mariposa se posó en una rama cercana y, para su sorpresa, empezó a hablar.
"Hola, Mili. Soy Lila, la mariposa de las emociones. He visto que hoy has tenido un día difícil. ¿Te gustaría hablar de ello?" - dijo con suavidad.
"No sé si debería. Mis emociones son un lío. A veces, no sé qué hacer con ellas y lastimo a mis amigos" - respondió Mili, sintiéndose incomprendida.
"Entiendo. A veces es complicado. Pero lo importante es aprender a reconocerlas y canalizarlas. Te puedo ayudar a encontrar una forma de hacerlo. ¿Te gustaría?" - preguntó Lila.
Mili asintió con la cabeza, intrigada por la idea. Lila llevó a Mili a un hermoso bosque donde los árboles eran altos y fuertes.
"Cada árbol representa una emoción, Mili. Este aquí" - dijo Lila señalando un robusto roble "es la alegría. Cuando sientas alegría, puedes correr y abrazar a un árbol como este para que tu energía no asuste a los pájaros."
Mili rió.
"Y este pino" - continuó Lila "es la calma. Cuando sientas que el enojo te invade, podrías sentarte a su sombra y respirar hondo. Así podrás pensar antes de reaccionar."
Mili empezó a entender. Se dio cuenta de que podía elegir cómo actuar. Después de un rato recorriendo el bosque, Lila le mostró un pequeño arroyo.
"Este arroyo es la tristeza. Cuando te sientas triste, puedes venir aquí a dejar que el agua se lleve tus lágrimas, permitiéndote llorar y luego sentirte más ligera. Nunca está mal sentir tristeza, Mili, lo importante es saber qué hacer con ella."
Mili observó el agua fluir y sonrió, sintiéndose más tranquila y comprendida.
"¡Gracias, Lila! ¡Esto es maravilloso! Ahora quiero aprender más sobre mis emociones y cómo controlarlas para ser una mejor amiga. Aunque a veces pueda fallar, sé que puedo intentar de nuevo."
Despertando de su día mágico en el bosque, Mili regresó a casa. Al día siguiente, decidió invitar a Sofi y a otros amigos al parque.
"¡Hola chicos! ¿Quieren jugar a la pelota y luego pintar juntos?" - dijo Mili con una gran sonrisa.
Sofi, sorprendida pero feliz, respondió:
"¡Sí! Me encantaría, Mili!"
Mili jugó a la pelota y se divirtió tanto que, cuando comenzaron a pintar, su arte fue aún más colorido y alegre. Pero lo más importante, había aprendido a comunicarse mejor con sus emociones.
A partir de ese día, Mili se convirtió en una experta en entender su corazón. Aunque a veces experimentaba enojo o tristeza, sabía que podía manejar esas emociones con amor y cuidado. Y así, los días de Mili se llenaron de colores, risas y amistad, porque siempre recordaba lo que había aprendido de su amiga Lila, la mariposa de las emociones.
FIN.