Las Emociones de Nico
Había una vez un niño llamado Nico que tenía cinco años. Nico era un niño curioso y lleno de energía, pero había algo que le molestaba: no sabía cómo se sentía realmente. A veces se reía, otras veces se enojaba, pero nunca entendía por qué.
Un día, mientras jugaba en el parque, se encontró con su amigo Lucas.
"¡Hola, Nico! ¿Querés jugar al fútbol?" - preguntó Lucas, con una gran sonrisa en su rostro.
Nico miró el balón, pero no le dio ganas de jugar. Sintió algo extraño en su pecho.
"No sé... No me siento bien" - contestó Nico, frunciendo el ceño.
Esa noche, cuando llegó a casa, su mamá lo notó algo apagado. Después de la cena, se sentó junto a él en el sofá.
"Nico, ¿qué te pasa? Parecés un poco triste hoy" - le dijo su mamá acariciándole el cabello.
Nico la miró con ojos grandes, como si quisiera que ella adivinara sus pensamientos.
"No sé, mamá. A veces me río y a veces me enojo, pero no sé por qué" - respondió Nico, bajando la mirada.
Su mamá sonrió, entendiendo que era un buen momento para explicarle algo importante.
"Está bien, cariño. Las emociones son como un arcoíris. A veces sentimos felicidad, a veces tristeza, y otras veces enojo. Es normal sentir todo eso" - dijo su mamá, haciendo una mueca divertida.
Nico la miró intrigado.
"¿Arcoíris?" - preguntó.
"Sí, imaginate que tus emociones son colores. Cuando estás feliz, es como un hermoso sol amarillo. Cuando estás triste, es un azul triste. Y el enojo es como un rojo intenso" - explicó su mamá mientras dibujaba en el aire con los dedos.
Nico se rió un poco, comenzando a entender.
"¿Y la frustración?" - inquirió Nico, con curiosidad.
"La frustración es como un gris oscuro. A veces queremos lograr algo y no podemos, y eso nos puede hacer sentir mal" - añadió su mamá.
Nico pensó en la última vez que quiso armar un rompecabezas y no pudo, sintió el color gris en su pecho.
"Mamá, ¿y si un día tengo todos los colores?" - preguntó tímidamente.
"Eso también puede pasar, y está bien. Lo importante es lo que hacemos con esos colores. Hablemos de ellos, pintemos nuestro día con palabras" - le sonrió su mamá.
Nico se iluminó al escuchar eso. Esa semana, empezaron a jugar a identificar sus emociones a través de un juego. Cada vez que Nico se sentía de una forma distinta, dibujaba un color en un papel.
Un día, mientras jugaban, Nico hizo un dibujo de un sol radiante.
"Mamá, ¡hoy me siento feliz!" - exclamó.
En otro momento, vio a su hermano pequeño derramar su jugo y se sintió rojo como la rabia el día que perdió su juguete.
"¡Estoy enojado!" - gritó, sorprendiendo a su mamá.
"Está bien, Nico. A veces, tenemos que expresar lo que sentimos. ¿Qué te parece si hablamos sobre por qué te sentís así?" - le dijo ella con dulzura.
Y así, Nico comenzó a aprender sobre sus emociones, hasta que un día, su mamá le sorprendió al proponer algo nuevo.
"Nico, ¿por qué no hacemos un juego en donde todos en casa compartan sus colores del día?" - sugirió.
Así fue como la familia se sentó en la mesa y cada uno, desde el abuelito hasta su hermanito, compartió sus sentimientos. Nico escuchó atentamente, y al terminar, se sintió más conectado a ellos.
"¡Es como un arcoíris de palabras!" - añadió Nico, y todos se rieron juntos.
Los días pasaron y, poco a poco, Nico aprendió a ponerle nombre a su sentir. Supo que estar triste a veces no era malo, y expresar su enojo podía liberar su corazón. Vivió aventuras con sus emociones, y esas experiencias lo convirtieron en un niño más feliz y comprensivo.
Así, con la ayuda de su mamá, Nico descubrió que las emociones eran parte de su vida, y a vivirlas con imaginación y valentía cada día fue su mayor logro.
Y así, aprendió a sentir, jugar y ser feliz con todos los colores que la vida le ofrecía.
FIN.