Las Emociones de Recorcholis y sus Amigos
Érase una vez, en un barrio lleno de colores y risas, un niño llamado Recorcholis. Recorcholis era un chico curioso y siempre andaba con su fiel gato, Corchito, y su juguetón perrito, Firifú. Un día, mientras jugaban en el parque, se encontraron con la Señora Canuto, una anciana que siempre tenía dulces y consejos sabios para compartir.
- ¡Hola, Recorcholis! - saludó la Señora Canuto con una sonrisa - ¿Cómo estás hoy?
- ¡Hola, Señora Canuto! - respondió Recorcholis - Estoy muy feliz porque juego con mis amigos.
- ¡Eso es maravilloso! - dijo la señora, mientras acariciaba a Corchito y a Firifú. - Pero ¿sabes qué? A veces la felicidad no es la única emoción que sentimos.
Rechorcholis se quedó pensando. - ¿Qué querés decir, Señora? -
- Las emociones son como los colores, tienen muchas tonalidades - explicó la Señora Canuto. - A veces podemos sentir miedo, tristeza o incluso enojo.
Justo en ese momento apareció el Señor Cabeza de Huevo, que con su aspecto divertido siempre llamaba la atención.
- ¡Hola, chicos! - saludó con alegría, haciendo una acrobacia. - ¿De qué hablan?
La señora le contó sobre las emociones. - Y a veces, podemos sentir varias al mismo tiempo. -
- Eso me suena interesante - dijo el Señor Cabeza de Huevo, mientras sacudía su cabeza - yo una vez me sentí tan triste que me caí de la banana cuando intentaba hacer una broma. Pero luego, al ver a mis amigos reírse, me sentí feliz de nuevo.
- ¡Qué divertido! - rió Firifú moviendo su cola. - Pero, ¿cómo sabemos qué hacer con esas emociones?
Corchito, que siempre estaba atento, levantó la patita y dijo:
- A veces hay que hablar sobre lo que sentimos. Así podemos entender mejor nuestras emociones.
- ¡Exactamente! - exclamó la Señora Canuto - ¡Hablemos de lo que sentimos!
Entonces, Recorcholis, un poco tímido, comenzó a contar:
- Yo me siento triste cuando no puedo jugar con mis amigos. A veces lloro y no sé por qué.
- ¡Eso es normal! - dijo el Señor Cabeza de Huevo - A veces uno necesita un momento para llorar. Pero luego, con ayuda de sus amigos, puede sentirse mejor.
Pero de repente, se escuchó un ruido fuerte. ¡Un trueno! Recorcholis, Corchito y Firifú se asustaron.
- ¡Ay, qué miedo! - gritó Recorcholis abrazando a Corchito.
- ¡No te preocupes, amigo! - dijo la Señora Canuto - el trueno solo es el sonido que hace el cielo. Es como si el cielo estuviera hablando.
- ¿Y si el cielo está enojado? - preguntó Firifú con una voz temblorosa.
- No, cariño - respondió la señora - el cielo no está enojado. A veces, las cosas simplemente pasan. Luego vuelve la calma.
Todos se miraron entre sí y comenzaron a reír.
- ¡El cielo enojado! - dijo Recorcholis, y juntos se rieron incluso más fuerte.
Entonces, el Señor Cabeza de Huevo tuvo una idea brillante:
- ¿Y si hacemos una nube de emociones? Podemos dibujar cómo nos sentimos.
- ¡Sí! - gritaron todos emocionados, y se pusieron a buscar piedras, hojas y colores que encontraran por el parque.
Con cada color que elegían, hablaban sobre sus emociones. Al final, habían creado una hermosa nube de emociones llena de colores brillantes.
- Miren qué hermosa nube hicimos - dijo Recorcholis - ¡nos ayuda a entendernos mejor!
- Claro - sonrió la Señora Canuto. - Las emociones pueden ser confusas a veces, pero expresarlas con amigos es lo mejor.
Y así, entre risas y colores, el grupo de amigos aprendió que todas las emociones son importantes y que compartirlas los hacía más fuertes.
Desde entonces, Recorcholis y sus amigos siempre recordaron que, sin importar si eran momentos de tristeza, miedo o felicidad, podían hablar sobre sus emociones y apoyarse mutuamente.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.