Las Emociones de Sofía y Valentina
Era una soleada mañana en el barrio de Villa Esperanza. Sofía y Valentina, dos amigas inseparables de siete años, decidieron que era un gran día para jugar en el parque. Mientras caminaban, Sofía empezó a notar que algo no estaba bien con Valentina.
"¿Te pasa algo, Vale? Te veo un poco callada hoy", preguntó Sofía, moviendo sus brazos emocionada.
"No sé, Sofi. A veces me siento triste sin razón, y no sé cómo explicarlo", respondió Valentina, mirando hacia el suelo.
Sofía pensó un momento y luego dijo:
"Yo leí un cuento una vez donde las emociones eran como colores. Tal vez podrías dibujar esos colores, y después podríamos ver cuál es el que representa tu tristeza. ¡Así podemos entenderlo mejor!".
Valentina sintió que tenía una idea por fin. Ambas se sentaron en un banco del parque, sacaron hojas y lápices de colores, y empezaron a crear. Sofía dibujó un sol amarillo brillante para su alegría y un bosque verde para su tranquilidad.
"Mirá, este es el naranja que siento cuando estoy nerviosa", siguió Sofía.
Valentina, entre risas, comenzó a dibujar un color azul apagado.
"Este es el azul que siento cuando estoy triste", explicó.
Pero pronto, Valentina se dio cuenta que no solo había tristeza en su dibujo. Agregó un rayo rojo que simbolizaba su enfado porque no quería sentirse así.
"A veces, cuando estoy triste, también me enojo porque no sé cómo cambiarlo", confesó Valentina.
"Eso es muy valiente de tu parte, Vale. A veces tenemos muchos colores en la cabeza y no sabemos cómo ordenarlos", dijo Sofía con empatía.
Las dos amigas decidieron que el siguiente paso sería hablar con sus familias sobre cómo se sentían. Así que tomaron un helado y regresaron a casa. Al llegar, Sofía comentó a su mamá:
"Mamá, estuvimos trabajando con las emociones. A veces siento muchas cosas a la vez, y en el parque, le ayudé a Valentina a entender sus colores".
La mamá de Sofía sonrió y dijo:
"¡Qué buena idea! A veces hablar sobre lo que sentimos puede ayudarnos a entenderlo mejor".
Valentina, por su parte, le contó a su papa acerca de su tristeza y su enfado en un dibujo que hizo.
"Papi, el azul es para cuando estoy triste, y el rojo cuando me enojo", explicó con sinceridad.
"Es muy importante que reconozcas tus emociones, Vale. Siempre puedes hablar conmigo", dijo su papá, dándole un abrazo.
Los días pasaron y las niñas decidieron que querían compartir su descubrimiento con el resto de sus compañeros de clase. Así que juntas idearon un proyecto.
"Vamos a hacer una ‘Semana de las Emociones’ en nuestra escuela", sugirió Sofía.
"¡Sí! Propondremos que cada día usemos un color que represente lo que sentimos y hablemos de eso en clase", agregó Valentina con entusiasmo.
Cuando llegó el lunes de la ‘Semana de las Emociones’, todos los compañeros estaban curiosos. Al principio, algunos se sintieron un poco avergonzados, pero luego comenzaron a participar. Vieron que era normal sentir distintas emociones y que hablar de ellas podía ser liberador.
"Hoy estoy vestido de rojo porque tengo un poco de enojo porque no tengo mi juguete favorito", dijo Ignacio, un compañero de la clase.
"Yo me siento verde porque hoy estoy tranquilo. Me gusta la clase de arte", sonrió Clara.
Cada uno compartía sus colores y lo que sentían, y pronto el aula se llenó de risas y comprensión. Sofía y Valentina estaban felices porque al final del día, todos se sintieron escuchados y valorados.
"Gracias, Sofi. Nunca pensé que hablar de mis colores podría hacerme sentir tan bien", dijo Valentina, sintiéndose más ligera.
Las niñas se dieron cuenta de que todo el mundo tiene emocionales de diferentes colores y que está bien sentirlas. Juntas trabajaron para crear un mural colorido en la escuela donde todos podían agregar un mensaje sobre cómo se sentían.
Así fue como Sofía y Valentina no solo aprendieron a entender sus emociones, sino que también enseñaron a sus amigos a hacer lo mismo. Y todo comenzó con un día soleado en el parque, un dibujo, y el coraje de hablar. Y desde entonces, en Villa Esperanza, las emociones fueron siempre un tema de conversación alegre entre amistades, como un hermoso arcoíris que siempre estaba presente.
Y así, las dos amigas y sus compañeros continuaron disfrutando de la aventura de ser niños, creando, jugando y sobre todo, sintiendo cada color que traía la vida.
FIN.