Las Emociones de Tahuantinsuyo



En la unidad educativa Tahuantinsuyo, un grupo de amigos formado por Carlos, Jesús, Ruth y Virginia se embarcó en una emocionante aventura para descubrir y entender sus emociones. Un día, la maestra les propuso una actividad diferente: cada uno debía aportar un sentimiento que deseara explorar y los demás lo acompañarían en su búsqueda.

"- Yo elijo la ira!", exclamó Carlos, preocupado por no poder controlar sus enfados cuando algo no le salía como quería.

"- Yo quiero entender la tristeza", dijo Ruth con un suspiro. Ella a menudo se sentía melancólica cuando pensaba en sus abuelos que vivían lejos.

"- Y yo elijo la alegría!", añadió Virginia, siempre buscando mantener el buen humor en el grupo.

"- ¡Perfecto! Vamos a encontrar respuestas juntos!", concluyó Jesús, entusiasmado.

El grupo decidió reunirse en el parque de la escuela para empezar su misión. Como ningún tema sobre las emociones es sencillo, pronto se dieron cuenta de que cada sentimiento podía originarse de distintas situaciones.

Carlos se convirtió en el primero en experimentar su emoción. Estaba jugando a la pelota, y cuando un compañero le quitó la pelota en el justo momento que se preparaba para hacer un gol, sintió que la ira crecían en su pecho.

"- ¡Hey, eso no se hace!", gritó.

Ruth se acercó y le dijo: "- Carlos, está bien enojarse a veces, pero lo importante es cómo manejas esa emoción. Hacerlo no te ayudará a disfrutar el juego. ¿Qué tal si hablamos con él y le contamos cómo te sentiste?"

Carlos se quedó pensando. Al final, decidió hablar con su compañero. "- Oye, me sentí mal cuando me quitaste la pelota porque estaba muy emocionado por hacer un gol. ¿No podrías dejarme jugar un poco más?".

¡Y sorpresa! Su compañero se disculpó y se pusieron a jugar juntos. Eso hizo que Carlos se sintiera más aliviado y que su ira se transformara en satisfacción.

A continuación, fue el turno de Ruth. Ella encontró una mariposa muy bella en el jardín. Observándola, de repente comenzó a recordar momentos tristes con sus abuelos. Ella murmuró: "- A veces me siento sola porque no los veo...", mientras una lágrima rodaba por su mejilla.

Virginia se acercó corriendo y le dio un abrazo. "- Ruth, está bien sentirse triste a veces. Pero también podemos recordar los momentos felices con ellos. ¿Te gustaría que dibujemos algo lindo que hicimos juntos?".

Ruth sonrió a través de sus lágrimas y comenzó a dibujar. Así, se dio cuenta de que la tristeza y la alegría pueden coexistir, y que recordar cosas felices puede ayudar a aliviar la tristeza.

Finalmente, llegó el turno de Virginia. Su alegría siempre era contagiosa, pero un día, notó que sus amigos se sentían un poco decaídos.

"- ¿Por qué no hacemos algo divertido para alegrarlos?", propuso. "- Podríamos organizar una búsqueda del tesoro".

"- No sé si será suficiente para alegrarlos", dijo Jesús ligeramente preocupado.

"- ¡Claro que sí! Vamos a ponerles acertijos que les hagan sonreír y saltar", insistió Virginia.

El grupo se puso manos a la obra. Búsqueda del tesoro en mano, los amigos comenzaron a correr, saltar y reír, haciendo que la tristeza se desvaneciera entre sus risas.

La jornada terminó con el grupo compartiendo sus aprendizajes. Se dieron cuenta de lo importante que era comprender y expresar sus emociones. Ya no le temían a la ira, a la tristeza, y gracias a Virginia, también habían celebrado la alegría.

"- Gracias por acompañarme a entender mi ira, tristeza y alegría. ¿Por qué no hacemos esto todas las semanas?", sugirió Carlos.

"- ¡Sí! La próxima vez exploraré mis miedos!", exclamó Ruth.

"- Y yo...tal vez la frustración!", añadió Virginia.

"- Genial! Siempre juntos, siempre aprendiendo sobre nuestras emociones", concluyó Jesús, mientras todos se echaban a reír.

Desde aquel día, los cuatro amigos continuaron sus exploraciones emocionales. A través de risas y lágrimas, entendieron que cada emoción, por más desafiantes que fueran, formaba parte de su maravillosa aventura de ser niños.

Así, la unidad educativa Tahuantinsuyo se transformó en un lugar donde las emociones se valoraban, se compartían y se aprendía de ellas cada día.

FIN.

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