Las emociones mágicas



Había una vez en un pueblo encantado, donde las emociones eran seres mágicos que vivían en armonía. Había una emoción llamada Alegría, que siempre estaba saltando y riendo, contagiando a todos con su positividad.

También vivía en el pueblo Tristeza, quien a veces se sentía invisible y solitaria. Otro habitante era Enojo, que solía explotar en furia cuando las cosas no salían como quería. La curiosidad siempre estaba presente en el ambiente, ansiosa por descubrir cosas nuevas.

Un día, el pueblo se vio envuelto en una situación difícil: un gran oleaje de tristeza invadió el lugar, sumiendo a todos en un profundo desánimo. Alegría intentó danzar y cantar para levantar el ánimo, pero sus esfuerzos fueron en vano.

Fue entonces cuando la curiosidad propuso buscar una solución. Todos se aventuraron en un emocionante viaje por el pueblo, explorando cada rincón en busca de respuestas. Descubrieron que la tristeza había llegado a causa de un malentendido, y trabajando juntos lograron resolverlo.

La armonía volvió al pueblo, y desde ese día aprendieron que todas las emociones eran importantes, pues cada una tenía su momento y lugar.

Alegría comprendió que a veces era necesario dar espacio a la tristeza, y esta a su vez aprendió que no debía quedarse tanto tiempo. Enojo descubrió que podía expresarse sin hacer daño, y la curiosidad encontró que cada emoción guardaba secretos por descubrir.

Así, el pueblo encantado siguió su curso, viviendo en armonía y respeto por todas las emociones mágicas que habitaban en su interior.

FIN.

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