Las enseñanzas de los elfos navideños



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, dos hermanitas llamadas Daniela y Ema. Daniela tenía 9 años y Ema apenas 3, pero a pesar de la diferencia de edad, eran inseparables.

Juntas compartían risas, juegos y aventuras. Cada año, cuando se acercaba la Navidad, las niñas esperaban con ansias la llegada de unos elfos muy especiales llamados Elfi y Telfi.

Estos traviesos elfos visitaban el hogar de Daniela y Ema durante todo diciembre para llenarlo de magia y diversión. Una mañana del primer día de diciembre, las hermanitas despertaron emocionadas al encontrar que Elfi y Telfi habían dejado una nota junto a su almohada.

Decía: "Queridas Daniela y Ema, ¡estamos aquí para pasar un mes lleno de travesuras! Pero recuerden que lo más importante es compartir, respetar y amar". Desde ese momento, cada día era una nueva aventura con los elfos.

Por las mañanas encontraban sus juguetes desordenados o colgando del techo; por las tardes veían cómo los muñecos cobraban vida y bailaban por toda la casa; por las noches escuchaban risas traviesas mientras intentaban dormir. Daniela y Ema se divertían mucho con todas estas travesuras.

Sin embargo, poco a poco comenzaron a darse cuenta de algo importante: aunque los elfos les brindaran momentos divertidos e inolvidables, había cosas que no podían hacer solas.

Un día, cuando Daniela estaba tratando de alcanzar uno de sus juguetes colgados en el techo, Elfi y Telfi aparecieron riendo a carcajadas. Pero en lugar de ayudarla, le enseñaron una valiosa lección.

"Daniela, es muy divertido intentar alcanzar tus juguetes por tu cuenta, pero ¿qué pasaría si compartieras con Ema la alegría de hacerlo juntas?", dijo Elfi. Daniela reflexionó un momento y sonrió. Llamó a su hermanita y juntas lograron alcanzar el juguete.

Desde ese día, Daniela aprendió que compartir no solo significaba dividir lo que tenía, sino también disfrutar junto a los demás. A medida que pasaban los días, las travesuras seguían sucediendo, pero los elfos siempre dejaban mensajes recordándoles la importancia del respeto.

Una tarde encontraron una nota que decía: "Queridas niñas, recuerden siempre respetar las cosas y espacios de los demás". Ema estaba jugando con la muñeca favorita de Daniela cuando esta última entró en la habitación.

En lugar de enfadarse o arrebatarle la muñeca a su hermana pequeña, Daniela se acercó con calma y le explicó lo importante que era para ella esa muñeca. Ema entendió y juntas buscaron otro juego divertido para compartir. Poco a poco, Daniela y Ema aprendieron el valor del amor gracias a las travesuras de Elfi y Telfi.

Un día encontraron una carta especial: "Queridas hermanitas, el verdadero regalo de la Navidad es el amor incondicional que se tienen ustedes dos".

Desde entonces, cada vez que sentían amor en sus corazones, las hermanitas lo expresaban a través de pequeños gestos: un abrazo apretado, una sonrisa sincera o un "te quiero" al final del día. Cuando llegó la nochebuena, Daniela y Ema estaban emocionadas por celebrar la Navidad junto a su familia.

Pero antes de irse, Elfi y Telfi dejaron una última sorpresa: una caja llena de regalos para compartir con los demás. Daniela y Ema entendieron que el verdadero espíritu navideño era compartir, respetar y amar a todos.

A partir de ese momento, cada año esperaban con alegría la visita de Elfi y Telfi para recordarles estas importantes lecciones. Y así fue como Daniela y Ema aprendieron el valor de compartir, respeto y amor gracias a los traviesos elfos que visitaron su hogar cada Navidad.

Juntas crecieron como hermanas inseparables, siempre dispuestas a hacer felices a quienes las rodeaban.

FIN.

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