Las Escamas Brillantes de Pezito



En el fondo del océano, donde la luz del sol apenas llegaba, vivía un pez llamado Pezito. Sus escamas brillaban como mil estrellas y todos los habitantes del arrecife se maravillaban al verlo nadar. Pero a pesar de su esplendor, Pezito se sentía un poquito solitario.

Un día, mientras exploraba una parte desconocida del océano, se encontró con una tortuga llamada Tula.

"¡Hola, Pezito!" - saludó Tula, sorprendida por el brillo del pez.

"Hola, Tula. ¿Te gustan mis escamas?" - preguntó Pezito con orgullo.

"Son hermosas, pero ¿por qué no compartís tu brillo con los demás?" - sugirió Tula.

Pezito se quedó pensando. Claro, a todos les encantaba ver sus escamas, pero nunca había compartido su brillo. Entonces, tuvo una idea brillante. Si compartía sus escamas, tal vez podría hacer nuevos amigos.

Decidido, Pezito nadó rápidamente hacia el arrecife donde todos sus amigos estaban.

"¡Amigos! Hoy quiero compartir mis escamas brillantes con ustedes. Vamos a iluminarnos mutuamente y a crear un espectáculo de luz en el océano" - exclamó Pezito.

Los demás peces lo miraron con curiosidad.

"¿Cómo haremos eso?" - preguntó un pez payaso llamado Rúbal.

"¡Vamos a hacer una danza de luces! Uno a uno, cada uno de nosotros puede resplandecer en su propio color y así crearemos algo mágico" - sugirió Pezito.

Los amigos comenzaron a colaborar. Pezito brilló en un vibrante verde, mientras que Rúbal destelló en un rojo brillante. La anguila llamada Lila decidió unirse y llenó el fondo marino de un azul profundo. Todos los demás peces empezaron a participar, cada uno mostrando su color único.

Sin embargo, mientras bailaban y jugaban, algo inesperado ocurrió. Un enorme pez espada llamado Espadón apareció, muy malhumorado.

"¡Silencio! No quiero ver sus luces ni escuchar sus risas! ¡El océano es un lugar serio!" - rugió Espadón.

Los peces se asustaron y se acurrucaron unos contra otros. Pezito, sin embargo, sintió una chispa de valentía.

"Espadón, no queremos molestar. Solamente estamos compartiendo nuestra alegría y nuestro brillo. ¿No te gustaría unirte a nosotros?" - dijo Pezito, con una voz firme pero amigable.

Espadón lo miró, sorprendido por la valentía de Pezito. Nunca había pensado en unirse a los juegos y risas de otros.

"No sé..." - dudó, pero sus ojos observaban el espectáculo de luces que estaban creando.

"Solo por un rato. ¡Mirá cuán hermoso se ve todo!" - insistió Tula, nadando cerca de él.

Espadón suspiró y lentamente se unió a ellos. A medida que nadaban, su color natural se iluminó con el baile de luces a su alrededor. Pronto, hasta él empezó a disfrutar y a brillar.

"Nunca había pensado que me podría divertir así. Gracias por invitarme" - dijo Espadón, sonriendo por primera vez.

Los peces lo recibieron con alegría y celebraron juntos en una danza de colores brillantes. Pezito se sintió más feliz que nunca. En ese momento aprendió que compartir no solo es dar parte de uno mismo, sino también abrir las puertas para crear nuevos lazos y amistades.

Desde entonces, cada semana, los peces se reunían para bailar y compartir sus luces, y, a veces, incluso Espadón se unía a ellos, trayendo más amigos consigo. El océano se llenó de risas, luces y nuevos lazos, gracias a Pezito y su decisión de compartir su brillo.

Y así, Pezito descubrió que compartir y hacer feliz a los demás también lo hacía sentir brillante a él.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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