Las Estrellas de Abril



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, dos amigas inseparables: Abril y Luna. Desde que eran pequeñas, soñaban con ser grandes aventureras, explorando el mundo y descubriendo secretos escondidos tras cada árbol. Pero a medida que crecieron, la vida les trajo momentos difíciles y tristes que a veces las hacían sentir perdidas.

Un día, mientras se sentaban en su lugar favorito, un viejo árbol con ramas fuertes y hojas brillantes, Abril miró a Luna con tristeza.

"¿Te acordás cuando éramos chicas y pensábamos que todo podía ser perfecto?" -dijo Abril, mientras jugaba con una hoja caía.

"Sí, pero la vida no siempre es así, Abril. También hay momentos difíciles..." -respondió Luna, sintiendo cómo una nube oscura se posaba sobre ellas.

Pasó el tiempo y, un día soleado, Abril llegó a casa emocionada.

"¡Luna! Tengo algo que contarte. ¡Voy a ser mamá!" -gritó, llenando el aire de felicidad.

"¿De verdad? Eso es increíble, Abril!" -Luna la abrazó con fuerza, sintiendo cómo la alegría iluminaba el día.

El tiempo pasó y Abril empezó a prepararse para la llegada del bebé. Luna, siempre a su lado, la ayudaba con cada paso. Las dos amigas pasaban horas en la tienda de bebés, eligiendo ropa, juguetes y muebles.

"¿Te imaginás cuando el bebé llegue?" -preguntó Abril una tarde, mientras probaban un mobil que colgarían sobre la cuna.

"¡Va a ser una gran aventura!" -respondió Luna, sonriendo. "Y lo mejor es que vamos a ser una familia."

Día a día, mientras se iban acercando al nacimiento del bebé, Abril y Luna comenzaron a ver la vida de una manera diferente. Cada pequeño movimiento del bebé en la panza de Abril les recordaba que juntas podrían enfrentar todo.

Una noche, durante una lluviosa tormenta, Abril tuvo miedo de lo que significaba ser madre.

"¿Y si no soy una buena mamá?" -dijo con los ojos llenos de lágrimas.

"Abril, vos sos maravillosa y el bebé va a sentir tu amor. Siempre vamos a estar juntas en esto, nunca olvides eso" -respondió Luna, envolviendo a su amiga en un abrazo cálido.

Finalmente, llegó el día del nacimiento. Abril dio la bienvenida a una hermosa beba que iluminó sus vidas.

"¡Es perfecta!" -suspiró Abril, mientras sostenía a su hija entre sus brazos.

"Y va a ser tan fuerte como vos, y tan valiente como siempre soñamos ser" -dijo Luna. "Vamos a enseñarle a ser feliz, como lo somos nosotras."

Pasaron los días y las semanas, y con cada nueva experiencia, cada llanto y cada risa del bebé, las amigas se sentían más unidas. Era como si el amor por la pequeña les diera la fuerza que necesitaban para enfrentar cualquier tristeza.

Un día, mientras paseaban por el parque, Abril se detuvo y miró a Luna.

"Mirá cómo sonríe al ver esos globos, parece que siente la felicidad en el aire".

"Sí, es nuestra pequeña aventurera" -dijo Luna, sonriendo."Como nosotras, siempre buscando la alegría en las cosas simples."

Las dos amigas se dieron cuenta de que, aunque la vida a veces podía ser dura, el amor que compartían las ayudaba a seguir adelante. Aprendieron a transformar las lágrimas en risas y a encontrar la luz en los momentos oscuros. En el corazón de la pequeña, llevaban sus sueños y promesas.

"Siempre seremos las tres: vos, yo y esta maravilla" -dijo Abril mientras miraban el cielo lleno de estrellas.

"Y cada estrella será un recordatorio de nuestro amor fuerte y eterno" -respondió Luna, apretando la mano de Abril.

Así, las tres amigas florecieron juntas, llenas de amor y aventuras por vivir, siempre apoyándose unas a otras, sin importar lo que la vida les traiga.

Y así, cada día se levantaban escuchando la risa de la pequeña que llenaba sus vidas de propósito y felicidad. Todas juntas enfrentaron los desafíos con valentía, creando un camino lleno de esperanza y sonrisas.

Y así, el amor de dos amigas y una bebé se convirtió en su mayor tesoro, demostrando que en familia siempre hay un motivo para seguir adelante.

FIN.

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