Las Estrellas de Abuelo



Había una vez una niña llamada Lucía que tenía cinco años. Lucía amaba mucho a su abuelo Ramón. Cada viernes, él venía a su casa a leerle cuentos y a jugar a las escondidas en el jardín. Pero un día, el abuelo no llegó. Lucía lo esperó con ansiedad, pero cuando su mamá la encontró, su rostro mostraba una tristeza profunda.

- Mamá, ¿dónde está el abuelo? - preguntó Lucía, con una pizca de confusión en su voz.

Su mamá, Ana, sabía que tenía que hablarle de algo difícil, pero importante. Tomó aire y le dijo:

- Lucía, hay algo que tengo que contarte. El abuelo Ramón... no volverá a visitarnos. Está en un lugar muy especial ahora.

Lucía frunció el ceño, mezclando su curiosidad con tristeza.

- ¿En un lugar especial? ¿Dónde? - insistió, su tono denotaba deseo de entender.

Ana se agachó para estar a la altura de su pequeña y recogió una hoja de árbol que había caído al suelo.

- Sabes, cariño, el abuelo Ramón era como esta hoja. Un día, él llegó a nuestras vidas llenándonos de alegría y risas, como la hoja cuando brilla al sol. Pero cuando una hoja se cae de su rama, pasa a ser parte del suelo y de las raíces del árbol. Continuamos sintiendo su amor incluso si no podemos verlo - explicó Ana.

Lucía observó la hoja en sus manos. Luego, miró hacia arriba, donde un ave revoloteaba entre las ramas.

- ¿Está el abuelo con las aves? - preguntó, con lágrimas en sus ojos.

Ana sonrió levemente.

- En cierto modo, sí. El abuelo está en todas partes. Cuando veas una estrella brillar en el cielo, podrás pensar que es él sonriéndote desde allí. Él siempre te cuidará.

Con esa idea en mente, Lucía decidió que quería dibujar a su abuelo para recordarlo siempre. Ana le dio un cuaderno y lápices de colores y juntas comenzaron a crear un hermoso dibujo. Lucía dibujó al abuelo en el jardín, rodeado de flores y mariposas.

- ¡Mirá, mamá! ¡Así es como quiero recordar al abuelo! - dijo Lucía, mostrando su obra maestra.

Pero hubo un momento en que algo inesperado sucedió. Al ver el dibujo, Ana dio un pequeño grito de sorpresa.

- ¡Lucía! - exclamó la mamá - ¡mira! En tu dibujo, el abuelo tiene una capa de superhéroe.

Lucía miró el papel con curiosidad.

- ¿Es un superhéroe? - preguntó, sorprendida.

- Claro, cariño. El abuelo siempre fue un superhéroe para nosotros. Nos enseñó a ser valientes y a nunca rendirnos. Aunque ahora está en el cielo, cada vez que hagas algo valiente, será como si él estuviese contigo - dijo Ana, sintiendo que las palabras ayudaban a su pequeña a entender.

Lucía sonrió de nuevo.

- Entonces, yo seré valiente como él. ¡Voy a ser una superhéroe! - en su voz había una chispa de determinación.

Pasaron los días y en cada una de sus aventuras, Lucía tenía en mente la idea de ser una superhéroe. En la escuela, ayudaba a sus compañeros, defendía a los más pequeños del bullying y siempre intentaba hacer reír a los que estaban tristes.

Un día, mientras jugaba en el parque, vio a una niña llorando porque había perdido su muñeca. Lucía se acercó a ella:

- ¡Hola! No llores, yo te ayudo a encontrarla - dijo con voz firme, recordando a su abuelo.

Juntas buscaron por todo el parque y, después de un rato, encontraron la muñeca atrapada entre dos ramas.

- ¡La encontraste! - gritó la niña, brilla en su rostro la alegría. - ¡Eres como una superhéroe!

Lucía sonrió, sintiéndose fuerte y orgullosa, como si realmente el abuelo estuviera en su corazón, impulsándola.

Cada vez que observaba hacia el cielo, Lucía le sonreía a las estrellas, sabiendo que su abuelo siempre estaría cuidándola, como un verdadero superhéroe entre las estrellas.

Y así, gracias a su madre, Lucía aprendió no sólo a entender la ausencia de su abuelo, sino también a honrar su recuerdo viviendo valientemente. Y aunque algunos días eran difíciles, sabía que él siempre estaría con ella en cada acto de bondad y valentía que realizara.

FIN.

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