Las Estrellas de Claudia
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía Claudia, una niña con una sonrisa tan brillante como el sol. Desde que era muy chiquita, Claudia pasaba sus tardes en el jardín con su querida abuela María José. La abuela siempre le contaba historias llenas de amor, magia y aventuras, pero sobre todo, le enseñaba a ver lo hermoso en cada pequeño detalle de la vida.
Un día, mientras jugaban en el jardín, María José le dijo a Claudia:
"¿Sabes, Claudia? Las estrellas son como pequeños sueños que flotan en el cielo, esperando a que alguien los atrape."
"¿Atrapar sueños? ¿Cómo se hace eso, abuela?" preguntó Claudia con curiosidad.
"A veces, para atrapar un sueño, solo necesitas creer en él y seguir tu corazón. No hay nada más mágico que eso."
Claudia miraba atentamente a su abuela, sintiendo que cada palabra era un regalo. Desde ese día, Claudia decidió que quería atrapar un sueño muy especial: crear un hermoso jardín donde todos los niños del pueblo pudieran jugar, contar historias y soñar juntos.
Pero había un problema. En el lugar donde quería construir su jardín, había un viejo roble que había estado allí durante años y que los adultos del pueblo decían que debía ser cuidado. Claudia se detuvo a pensar:
"No quiero lastimar al árbol, pero también quiero cumplir mi sueño. ¿Qué puedo hacer?"
Un día, mientras buscaba inspiración, se encontró con un grupo de niños en el parque que se quejaban de no tener un lugar donde jugar.
"¿Por qué no ven a mi casa? Estoy soñando con un jardín mágico donde todos podamos jugar y contar historias," les dijo.
Los ojos de los niños brillaron de emoción:
"¡Sí, queremos jugar en tu jardín!" gritaron.
Claudia se sintió feliz, pero aún tenía que solucionar el tema del viejo roble. Así que decidió hacer algo muy especial. E invitó a todos los niños del pueblo a una reunión. En el jardín, les compartió su sueño y les habló del viejo árbol:
"¿Qué tal si hacemos una fiesta en honor al roble? Podemos celebrar su existencia y, al mismo tiempo, soñar con nuestro jardín."
Los niños aplaudieron con entusiasmo, y juntos empezaron a planear. Hicieron carteles, decoraciones y prepararon juegos. Cuando llegó el día de la fiesta, contaron historias sobre la importancia de los árboles en la naturaleza, sobre cómo daban sombra y hogar a muchos animales.
Durante la celebración, Claudia subió al viejo roble y desde allí, miró a todos sus amigos con alegría:
"Este árbol ha estado aquí por tanto tiempo y merece nuestro respeto. Si lo cuidamos, él también nos protegerá mientras construimos nuestro jardín."
Con sus corazones llenos de amor por el roble, los niños pidieron permiso a los adultos para cuidar del árbol y así, respetar su presencia.
Los adultos, conmovidos por la iniciativa de los niños, decidieron apoyar la idea de Claudia. Juntos, crearon un hermoso jardín, cuidando del viejo roble mientras plantaban flores y armaron un pequeño espacio de juegos.
Al terminar, Claudia miró hacia el cielo y sintió que su abuela María José estaba sonriendo:
"Ahora, nuestro jardín será un lugar para soñar. Así, todos podrán atrapar sus sueños bajo la sombra del roble."
Con los días, el jardín se convirtió en un lugar mágico. Niños de todo el pueblo venían a jugar, a contar historias, y a ser parte de ese hermoso sueño. Claudia había atrapado no solo su sueño, sino también el de muchos otros.
Cada noche, cuando miraba las estrellas, recordaba las palabras de su abuela:
"Las estrellas son sueños, solo hay que creer en ellos y seguir el corazón."
Y así, Claudia entendió que los sueños se construyen juntos, con amor, respeto y amistad. Desde entonces, siempre que miraba al viejo roble, sabía que cada giro en el camino llevaba a algo hermoso, siempre y cuando uno mantenga su corazón abierto para los demás.
FIN.