Las Estrellas de Juanito
Había una vez un pequeño pueblo rodeado de un espeso bosque. En ese pueblo vivía Juanito, un niño con una gran imaginación y un pequeño secreto: soñaba con ser astronauta. Todas las noches, después de que el sol se ocultaba y las luces del pueblo se apagaban, Juanito escapaba a su lugar favorito en el bosque, donde podía ver el cielo estrellado sin ninguna claridad artificial que lo interrumpiera.
Una noche, mientras observaba las estrellas, Juanito susurró:
"Algún día yo voy a tocar una estrella".
De repente, una luciérnaga brillante se deslizó hacia él y se posó en su nariz. Era como si estuviera escuchando sus sueños.
"¡Hola! Soy Luma, la luciérnaga" - dijo la luciérnaga con una voz melodiosa. "¿Por qué estás tan triste, Juanito?".
"No estoy triste, Luma. Solo estoy soñando en grande. Quiero ser astronauta y viajar a las estrellas, pero no sé cómo lograrlo".
Luma titiló con alegría.
"¡Creo que puedo ayudarte! Las estrellas son más accesibles de lo que crees. Vamos, sígueme".
Juanito, emocionado, siguió a Luma a través del bosque. Después de caminar un rato, llegaron a un claro donde se encontraba un viejo telescopio. Era un telescopio de madera, cubierto de hiedra, pero Luma le aseguró que aún funcionaba.
"Mirá a través de él, Juanito. Las estrellas te esperan" - le dijo.
Juanito se acercó, miró por el ocular y el corazón le dio un vuelco. Vio un universo lleno de colores, planetas danzantes y constelaciones que formaban figuras increíbles. Estaba maravillado.
"¡Wow, Luma! Esto es increíble. ¡Quiero ver más!" - exclamó.
"Para eso necesitas aprender. Los astronautas son curiosos y pacientes. Debes estudiar y nunca dejar de preguntar" - dijo Luma sabiendo que él podía ser uno de ellos.
Juanito regresó a casa esa noche con el corazón rebosante de ideas y sueños. Comenzó a leer libros sobre astronomía, a ver documentales sobre el espacio y a soñar con las aventuras que tendría. Pero, con el tiempo, se dio cuenta de que sus compañeros de clase no compartían sus intereses. Se sentía un poco solitario aunque tuvo el apoyo de su familia, que siempre lo alentó.
Una tarde, mientras daba un paseo por el bosque, conoció a Sofía, otra niña que también parecía perdida en sus pensamientos.
"¿Qué haces por aquí?" - le preguntó Juanito.
"Sólo estoy mirando las flores. Me gusta la naturaleza, aunque a veces sueño con ser inventora. Pero siento que no puedo" - respondió Sofía, un poco bajita de ánimo.
Juanito recordó la conversación que tuvo con Luma y le dijo:
"¿Sabías que los inventores también sueñan en grande? Si trabajamos juntos, ¡podremos lograr grandes cosas!".
Sofía sonrió por primera vez.
"Pero, ¿cómo hacemos eso?"
"Organizaremos un club de ciencias. Podremos compartir nuestras ideas, aprender juntos y ayudarnos mutuamente".
Sofía aceptó la idea con entusiasmo. Juntos, comenzaron a invitar a otros niños a unirse a su club que llamaron 'Los Soñadores'. Cada semana se reunían en el bosque, se ayudaban a hacer experimentos y compartían sus sueños y descubrimientos.
Una noche, mientras observaban el cielo estrellado, Juanito tuvo una gran idea:
"¡Hagamos una presentación sobre el espacio y inventemos algo que nos ayude a estudiar los planetas más de cerca!".
Todos aceptaron con entusiasmo y comenzaron a trabajar en su proyecto. Al poco tiempo, su pequeño club se convirtió en la sensación del pueblo y los niños se entusiasmaron tanto que incluso sus maestros empezaron a prestarles atención.
Con mucho esfuerzo, crearon un pequeño cohete de cartón. Después de unas semanas, presentaron su proyecto en la feria de ciencias del pueblo, y la gente quedó asombrada por su creatividad y trabajo en equipo.
La historia de Juanito y Sofía inspiró a otros a unirse a ellos, y lentamente el bosque se llenó de otros niños, todos soñando en grande y alentándose entre sí. Confirmaron que si uno tiene una idea, puede hacerla realidad uniendo fuerzas.
Al final de la feria, Luma apareció de nuevo, brillando intensamente.
"Estoy orgullosa de ustedes. Nunca subestimen el poder de compartir sus sueños!" - dijo Luma.
Y así, Juanito y Sofía aprendieron que aunque a veces uno puede sentirse solitario, siempre hay otros que comparten la misma pasión y que los sueños se hacen más grandes cuando se comparten con los demás. Desde ese día en adelante, el bosque se llenó de risas, aprendizajes y, sobre todo, más sueños por alcanzar.
Y en cada estrella que miraban, Juanito recordaba que el verdadero viaje a las estrellas comenzaba desde el corazón y la amistad.
FIN.