Las Estrellas de Sofía



En un pequeño pueblo donde todos los días eran similares, vivía una niña llamada Sofía. Era muy curiosa y siempre se hacía muchas preguntas sobre el mundo que la rodeaba. Una noche, mientras miraba por la ventana de su habitación, vio el cielo lleno de estrellas brillantes.

- ¡Mira, mamá! ¡Las estrellas parecen bailar! - exclamó Sofía con entusiasmo.

- Sí, amor, son hermosas - respondió su madre, sin levantar la vista del libro que leía.

Sofía se sintió un poco solitaria y decidió salir al patio. Acostada sobre la hierba, miró hacia arriba con asombro.

- ¿Por qué brillan las estrellas, papá? - preguntó a su padre, que en ese momento estaba regando las plantas.

- Es un misterio, Sofía. Pero cada una de ellas tiene su propia historia - dijo él, sin dejar de trabajar.

Esa noche, mientras Sofía seguía pensando en las estrellas, un pequeño destello emergió de entre la oscuridad. Era una estrella fugaz, que surcó el cielo con intensidad.

- ¡Papá! ¡Una estrella fugaz! - gritó emocionada.

El padre de Sofía le sonrió y, viendo su entusiasmo, decidió contarle una historia sobre el origen de las estrellas.

- Dicen que las estrellas son como criaturas mágicas que nos observan desde muy lejos. Cada una de ellas hace un deseo cada vez que cae del cielo. Quien logra verlas puede pedir algo especial - dijo su padre.

- ¡Quiero conocer a una! - dijo Sofía, sus ojos brillaban con emoción.

Al día siguiente, Sofía decidió hacer un viaje hacia el bosque. Había escuchado que en la cima de una pequeña montaña, podía encontrarse con las estrellas. La pequeña llevaba consigo una mochila con un poco de comida y un cuaderno.

Una vez que llegó a la cima, se sentó en una roca y comenzó a escribir sobre las estrellas. Pero a su alrededor, nada parecía mágico. De repente, un suave brillo empezó a formarse frente a ella.

- ¡Hola, pequeña! - dijo una voz suave.

Sofía se dio vuelta y vio a una estrella, que brillaba intensamente y parecía tener forma humana.

- ¡No puedo creerlo! ¡Eres una estrella! - dijo Sofía, con la boca abierta de asombro.

- Sí, soy Lúmina, una estrella del cielo. He escuchado tus deseos - respondió la estrella con una sonrisa.

- ¡Quiero saber más sobre ti y cómo brillas! - dijo Sofía emocionada.

Lúmina se sentó junto a ella y comenzó a contarle sobre su hogar en el cielo. Habló de cómo todos juntos forman constelaciones y de cómo ayudan a los navegantes a encontrar su camino. Sofía escuchaba atentamente, maravillada por cada palabra.

- Pero dime, Sofía, ¿qué deseas aprender? - preguntó Lúmina.

- Quiero aprender a brillar como tú - dijo Sofía, mirando a la estrella con admiración.

Lúmina sonrió y respondió:

- Para brillar, necesitas dejar que tus pasiones y sueños se enciendan. ¿Qué te apasiona? -

Sofía pensó un momento y dijo:

- Me encanta dibujar y contar historias.

- Entonces, sigue tu pasión. Deja que tu creatividad brille. Cada vez que cuentes una historia, estarás compartiendo luz con el mundo - le aconsejó Lúmina.

- ¡Lo haré! - prometió Sofía, llena de energía.

Lúmina, sintiéndose satisfecha con los deseos de Sofía, le dijo:

- Recuerda, cada estrella es única, al igual que cada persona. No dejes que nadie te diga que no puedes brillar.

- ¡Gracias, Lúmina! - dijo Sofía mientras la estrella comenzaba a desvanecerse en el aire.

Regresó a casa y se dedicó a dibujar y escribir historias sobre las estrellas. Compartió sus relatos con sus amigos y descubrió que cada uno tenía un sueño diferente.

Con el tiempo, los compañeros de Sofía comenzaron a expresarse a través de distintas formas de arte, desde la música hasta la pintura. Poco a poco, el pueblo se llenó de colores y sonidos. Cada uno brillaba con su propia luz, como las estrellas en el cielo.

Y cada noche, al mirar las estrellas, Sofía sonreía, sabiendo que había encontrado su propio brillo gracias a una estrella fugaz.

FIN.

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