Las Estrellas de Tito



En un rincón mágico del mundo, donde los árboles susurran secretos y las flores bailan al ritmo del viento, vivía un pequeño dragón llamado Tito. A diferencia de sus amigos los dragones que podían escupir fuego y volar alto, Tito no podía hacer ni una cosa ni la otra. Pero tenía un don especial: cada vez que se reía, su risa se transformaba en hermosas estrellas que iluminaban el cielo.

Tito pasaba sus días explorando el bosque con sus amigos: Lucy la luciérnaga, un bicho luminoso que siempre sabía cómo brillar en la oscuridad y Rufus, un pequeño ciervo que tenía una simpatía contagiosa y podía hacer reír a cualquiera.

"¡Tito, ven! ¡Mirá cómo brilla la luna!" - exclamó Lucy un día, mientras danzaba en el aire.

"Sí, pero no hay nada como la risa de Tito para llenar el cielo de estrellas" - respondió Rufus, dándole una suave palmadita a Tito.

A Tito le encantaba hacer reír a sus amigos, y cada vez que soltaba una carcajada, ¡puff! , aparecían estrellas titilantes que iluminaban la oscura noche. Pero había un lugar en el bosque donde la oscuridad parecía ser eterna, un oscuro manto que cubría el llamado Estanque de las Sombras, donde nadie se atrevía a ir.

Un día, mientras Tito jugaba cerca de la orilla con Rufus, escucharon un llanto.

"¿Escuchás eso?" - preguntó Tito.

"Sí, parece que alguien necesita ayuda" - respondió Rufus, entrecerrando los ojos.

"Vamos a ver" - sugirió Tito, sintiendo un cosquilleo en su pecho.

Se acercaron al estanque y vieron a una pequeña tortuga llamada Tula, atrapada en un remolino de sombras. Tenía un brillo triste en sus ojos.

"¡Ayuda! No puedo salir de aquí. Todo está tan oscuro y me asusta" - sollozó Tula.

Tito, al escucharla, se sintió triste. Aunque quería ayudar, no sabía cómo. Al ver la desesperación de Tula, pensó en lo que mejor sabía hacer.

"¡Ríos de estrellas!" - exclamó Tito mientras se preparaba para reír. Pero no podía. Su corazón se sentía pesado.

"¡Vamos Tito! ¡Tenés que hacerlo!" - animó Rufus.

"No puedo por ella, no puedo sonreír sabiendo que está asustada" - respondió Tito, sintiéndose muy pequeño.

Lucy, que había silbado en el aire, dijo:

"Recuerda, a veces la risa puede ser la mejor forma de ayudar. Tula necesita iluminar su camino".

Entonces Tito miró a Tula, y comprendió que debía encontrar la alegría dentro de sí mismo. Cerró los ojos, recordó todos los momentos felices que había tenido con sus amigos, y de pronto, una risa brotó de su corazón.

"¡Ja, ja, ja!" - ¡y las estrellas comenzaron a caer del cielo!

Las estrellas eran más brillantes que nunca, llenaron el aire con su luz y calidez. Tula, al verlas, dejó de llorar y miró con asombro a Tito.

"¡Oh, qué belleza!" - exclamó Tula, mientras la oscuridad que la rodeaba comenzaba a desvanecerse.

"Tito, seguí riendo, por favor" - pidió Rufus.

"¡Ja, ja, ja!" - Tito continuó, sintiendo cómo el poder de su risa iluminaba el estanque y ayudaba a Tula a salir del remolino.

Finalmente, las sombras desaparecieron y la tortuga pudo salir a la superficie.

"¡Gracias, Tito! No sé cómo agradecerte" - dijo Tula, con lágrimas de felicidad.

"No tenés que agradecerme. Solo tengo que recordar que la risa ilumina nuestro mundo, y a veces, a quienes nos rodean también" - contestó Tito, sonriendo.

Desde ese día, Tito se volvió el héroe del bosque, el dragón que convertía risas en estrellas. Todos los habitantes del bosque aprendieron que la alegría y la risa son poderosas, y que al compartirlas, se puede transformar la oscuridad en luz. Tito descubrió que, aunque no podía escupir fuego, su risa iluminaba el mundo de una manera única y mágica.

Y así, Tito, Rufus y Lucy continuaron teniendo aventuras, sabiendo que la verdadera luz viene del corazón y que una risa puede iluminar hasta los rincones más oscuros del alma.

FIN.

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