Las Estrellas en el Cielo
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Estrellita, un curioso niño llamado Tomás. A Tomás le encantaba mirar el cielo nocturno y contar las estrellas. Una noche, mientras observaba el cielo desde su ventana, notó que algo extraño sucedía: las estrellas estaban parpadeando de forma inusual.
"¡Mirá, mamá! Las estrellas están brillando y parpadeando como si estuvieran jugando," dijo Tomás emocionado.
Su madre, que estaba en la cocina preparando la cena, sonrió y le respondió: "Es solo tu imaginación, Tomás. Las estrellas siempre están ahí, solo que a veces las vemos de diferentes maneras."
Pero Tomás estaba convencido de que había algo mágico en esa noche. Así que, decidido a descubrir el misterio de las estrellas, salió al patio con su linterna. Al encenderla, notó que una estrella particularmente brillante comenzó a bajar y a acercarse a él.
"¿Quién eres?" preguntó Tomás, un poco asustado.
"Soy Lúmina, la estrella exploradora. Vengo en busca de un amigo que me ayude a llevar luz a un lugar que la ha perdido," respondió la estrella con una voz suave y melodiosa.
Tomás, asombrado, no podía creer lo que estaba escuchando. "¿Cómo puedo ayudarte?" preguntó.
"Hay un bosque oscuro al norte de aquí, donde los árboles han crecido tanto que cubren todo con su sombra. Necesito que vengas conmigo para los animales que viven allí, ellos necesitan la luz para encontrar su camino y no tener miedo," explicó Lúmina.
A pesar de sentirse un poco nervioso, Tomás aceptó la aventura. Juntos volaron por encima del pueblo, sintiendo el viento en sus rostros y disfrutando de la vista del mundo desde las alturas. Después de un corto viaje, llegaron al oscuro bosque.
Mientras se adentraban en el bosque, Tomás se dio cuenta de que realmente había mucha oscuridad; los animales temían moverse. En ese momento, Lúmina comenzó a brillar con más intensidad, iluminando el lugar.
"¡Miren!" exclamó un pequeño zorro. "Es una estrella. ¿Dónde hemos estado? Lo hemos pasado tan mal con toda esta oscuridad."
Los otros animales comenzaron a acercarse, curiosos. Tomás, viendo cómo los animales se reunían, tuvo una idea. "Bueno, ¿y si hacemos una fiesta de luz? Lúmina puede guiarnos, y juntos podemos hacer que este lugar brille de nuevo."
Lúmina sonrió y dijo: "¡Esa es una gran idea! Los animales pueden traer flores, ramas y todo lo que tengan para iluminar el bosque."
Así que, cada uno de los animales comenzó a buscar cosas que pudieran usar. Con las flores y ramas, comenzaron a crear farolitos que brillaban con la luz del día, usando los colores brillantes y vivos de la naturaleza. Poco a poco, el lugar empezó a transformarse.
"Mirá cómo se ve ahora," dijo un búho entusiasmado. "Estos pequeños faroles iluminan el bosque. Ya no da miedo."
Después de unas horas de trabajo en equipo, el bosque se llenó de luz y alegría. Los animales celebraban, cantando y bailando.
Tomás sonrió al ver cómo su idea había unido a todos. En ese momento, Lúmina brilló más que nunca y se volvió hacia Tomás:
"Gracias, amigo. Has traído luz no solo a este lugar, sino también a sus corazones. Siempre recordaré lo que has hecho."
Finalmente, llegó el momento de que Lúmina regresara al cielo. "No te preocupes, Tomás. Siempre que mires hacia arriba, sabrás que siempre estaré con vos, iluminando tu camino," dijo la estrella, mientras ascendía.
Tomás la miró con gratitud. Desde esa noche, cada vez que veía una estrella brillante, recordaba la magia del bosque y la luz que había compartido con sus nuevos amigos.
Y así, Tomás aprendió que dentro de cada uno de nosotros hay una luz que podemos compartir, y aunque a veces las cosas parezcan oscuras, siempre hay maneras de brillar y ayudar a otros a encontrar su camino.
Desde entonces, cada vez que llegaba la noche, no solo contaba estrellas, sino que también contaba historias de amistad y luz, llevando la magia de Lúmina a todos los que conocía.
Fin.
FIN.