Las Estrellas Viajeras
En un rincón lejano del universo, donde la oscuridad se iluminaba con destellos y colores brillantes, vivían dos pequeñas estrellas fugaces llamadas Lúa y Estel. Desde lo alto del cielo, siempre miraban hacia abajo, intrigadas por el misterioso planeta azul que giraba con gracia. Una noche, decidieron que era hora de emprender una aventura hacia la Tierra.
"¡Vamos, Lúa!", dijo Estel emocionada. "Siempre he querido ver cómo es ese lugar que llaman ‘Tierra’".
"Yo también, Estel!", respondió Lúa, brillando intensamente. "Nosotros, las estrellas, siempre soñamos con conocer ese hogar de criaturas que caminan, saltan y nadan".
Con un giro en el espacio, ambas estrellas comenzaron su descenso y, antes de darse cuenta, ya estaban en plena brillantez sobre un hermoso lago en un bosque lleno de árboles altos y ruidos de animales. Pero como todo viaje, no era tan simple.
Al aterrizar, se encontraron con un grupo de luciérnagas.
"¡Hola!", exclamó una luciérnaga dorada. "¿Quiénes son ustedes?".
"¡Somos Lúa y Estel, estrellas fugaces de arriba! Hemos venido a conocer la Tierra. ¿Puedes guiarnos?" preguntó Lúa.
La luciérnaga, con un brillo aún más fuerte, sonrió y dijo: "¡Claro! Pero primero deben ayudarme a encontrar a mis amigos perdidos. Están atrapados en una cueva oscura y no pueden volver a casa".
"¡Contá con nosotras!", dijeron las estrellas al unísono.
Juntas, volaron hacia la cueva oscura, donde un eco lejano resonaba entre las piedras. Al llegar, escucharon unos pequeños chillidos.
"¡Ayuda! ¡Ayuda!" se oía desde el interior.
Las dos estrellas se miraron y, usando su luz, iluminaron la entrada de la cueva.
"¡No tengan miedo!", gritó Estel. "Estamos aquí para ayudar".
Poco a poco, las luciérnagas salieron temerosas pero esperanzadas.
"Gracias por encontrarnos!" dijo una de ellas. "Estábamos perdidas y no podíamos salir".
"Qué bueno que están a salvo!", dijo Lúa desde el cielo. "¿Quieren acompañarnos en nuestra aventura por el bosque?".
Las luciérnagas, felices, aceptaron. Juntas recorrieron el bosque, riendo y explorando todo lo que la Tierra tenía para ofrecer. Pero el tiempo volaba y las estrellas sabían que debían regresar a casa.
"¿Qué pasará si nos vamos sin contarles a nuestros nuevos amigos?" preguntó Estel.
"Debemos dejar un rayo de luz para ellos", sugirió Lúa. Y así, las estrellas comenzaron a danzar en el cielo y, en un destello especial, dejaron caer pequeños destellos que se convirtieron en luces brillantes alrededor del lago.
"¡Miren! «, exclamó la luciérnaga dorada. "¡Son estrellas en el agua!".
"Siempre estaremos con ustedes en forma de luz", dijo Estel, despidiéndose con una sonrisa.
Las luciérnagas prometieron cuidar del bosque y de la luz que las estrellas les habían dejado. Y mientras Lúa y Estel regresaban al espacio, sentían que habían cumplido su misión.
"Lo logramos, Estel!", dijo Lúa, brillando con orgullo. "Hemos conocido amigos y aprendido que la verdadera aventura es ayudar a los demás!".
"Sí, Lúa! Y siempre recordaremos este momento. ¡Hasta la próxima aventura!" respondió Estel emocionada.
Y así, las dos estrellas regresaron al cielo, listas para contar su historia de luz, amistad y aventura a otras estrellas que soñaban con la Tierra.
"Siempre que miren al cielo y vean una estrella fugaz, recuerden que hay amistad y luz en cada rincón del universo", susurraron juntas, iluminando el firmamento.
La aventura no solo les enseñó el valor de la cooperación y la amistad, sino que también comprendieron que el verdadero esplendor de la vida se encuentra en conectar con los demás. Así, cada noche, Lúa y Estel brillan un poco más, recordando su viaje y el impacto que causa ayudar a quienes nos rodean.
FIN.