Las Fiestas de la Antigua Roma



Era un día soleado en la antigua Roma, y el pueblo se preparaba para una gran fiesta en honor a los dioses de la agricultura. Los habitantes estaban llenos de alegría y entusiasmo, listos para celebrar con comidas deliciosas, música, y juegos tradicionales. En el centro de la plaza, un joven llamado Marco observaba cómo su madre preparaba una gran cazuela de puls, un plato típico hecho de cereales y verduras.

"¡Mamá, hoy será el mejor día de todos!", exclamó Marco, con una sonrisa de oreja a oreja.

"Sí, hijo, pero también es un día de trabajo. Todos debemos ayudar para que la fiesta sea un éxito", respondió su madre mientras picaba hierbas frescas.

Marco no se desanimó. Se armó de valor y decidió ir a la plaza, donde había montado un gran escenario. Allí, los músicos afinaban sus instrumentos y los bailarines se preparaban para actuar. En el camino, se encontró con su mejor amiga, Julia.

"¡Hola, Marco! ¿Estás listo para las competiciones de hoy?", preguntó Julia, emocionada.

"¡Sí! Quiero ganar la carrera de sacos este año!", contestó Marco con determinación.

Los dos amigos corrieron hacia la plaza, donde encontraron a otros niños, listos para participar en las diversas competiciones. La primera prueba fue el lanzamiento de la jabalina, y Marco se sintió muy motivado al ver a los adultos animando a los participantes.

Cuando llegó su turno, Marco tomó la jabalina con fuerza y la lanzó lo más lejos que pudo. ¡La multitud estalló en aplausos!"¡Esa fue impresionante, Marco!", dijo Julia.

"Gracias, pero tengo que enfocarme en la carrera de sacos ahora", respondió Marco, con una mezcla de emoción y nervios.

La carrera de sacos empezó y Marco se metió rápidamente en su saco. Cuando el silbato sonó, ¡todos comenzaron a saltar! Marco, al principio, estaba al frente, pero justo antes de llegar a la meta, tropezó y cayó al suelo, haciendo que otros corredores lo esquivaran.

"¡Oh no!", se lamentó Marco, sintiendo que su oportunidad se desvanecía.

Pero no se rindió. Se levantó rápidamente y vio que la carrera seguía. Había una posibilidad de alcanzar a los demás.

"¡Vamos, Marco! ¡Puedes hacerlo!", gritó Julia desde la acera.

Con renovada energía, Marco se impulsó. Saltó y saltó, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Superó a varios competidores y cuando llegó a la meta, apenas quedó en tercer lugar. Aunque no ganó, se sintió un campeón.

"¡Lo hiciste muy bien!", le dijo Julia, corriendo hacia él con una gran sonrisa.

"Sí, pero me caí. Pensé que había perdido toda chance", confesó Marco, tratando de ocultar su decepción.

"Cada caída es una oportunidad para levantarse. ¡Y lo hiciste!", le recordó Julia con una mirada alentadora.

Después de un día lleno de juegos y risas, llegó el momento de la cena. Todos se reunieron alrededor de una gran mesa en la plaza, llena de delicias culinarias.

"Hoy fue un gran día, ¿verdad, Marco?", dijo su madre mientras servía la comida.

"Sí, aprendí que lo importante no es ganar, sino disfrutar y esforzarse. Cada caída me hace más fuerte", respondió Marco, sonriendo con orgullo.

Y así, entre risas, bailes y comidas, el pueblo romano celebró una fiesta inolvidable, llena de aprendizaje, amistad y alegría. Marco se dio cuenta de que la verdadera victoria no siempre es llevarse una medalla, sino disfrutar cada momento y levantarse con valentía después de cada tropiezo. Desde ese día, cada vez que se preparaba para una competencia, recordaba lo que había aprendido en las fiestas de aquel verano en Roma.

Y así finalizó otro día de fiesta en el antiguo Roma, un día que Marco jamás olvidaría y que le enseñaría lecciones valiosas por resto de su vida.

FIN.

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