Las Fiestas Patrias de María Fernanda



Era una hermosa mañana de septiembre en Chile, y María Fernanda, una niña de 11 años, estaba llena de emoción. Las Fiestas Patrias se acercaban, y su familia tenía planes grandiosos para celebrarlas. Desde muy temprano, María Fernanda se despertó e inhaló el aire fresco de la primavera.

"¡Mamá! ¿Podemos empezar a decorar la casa con banderas ya?"- preguntó con entusiasmo.

"Por supuesto, cariño, pero primero a desayunar, que tenemos mucho por hacer”, respondió su mamá, sonriendo.

Después del desayuno, juntos colgaron coloridas banderas en el patio. Cada una representaba el amor y la alegría que sentían por su Chile querido.

María Fernanda decidió que sería el momento perfecto para invitar a sus amigos. En la tarde, hizo una videollamada a sus mejores amigos, Tomás y Valentina.

"¡Hola chicos! ¡Viene la mejor fiesta del año! Voy a hacer un concurso de volantines. ¿Se suman?"

"¡Claro que sí!"- exclamó Valentina.

"¡Cuenten conmigo!"- agregó Tomás.

Los tres amigos se pasaron la tarde haciendo volantines de todos los colores y formas. Cuanto más grandes eran, más emocionados se sentían. María Fernanda estaba segura de que su volantín sería el más bonito.

"Miren mi volantín, tiene estrellas y un sol grande. ¡Es el mejor de todos!"- dijo con orgullo.

"Yo creo que el mío volará más alto"- contestó Tomás, haciendo reverencias al mostrarlo.

"Lo que importa es divertirnos como buenos amigos"- agregó Valentina, con una sonrisa.

Finalmente, llegó el día de las Fiestas Patrias. María Fernanda se levantó muy temprano, se puso su ropa típica, un hermoso vestido de colores. Fue a la cocina y empezó a ayudar a su madre a preparar empanadas y anticuchos.

"¿Qué tal si hacemos también un terremoto?"- sugirió María Fernanda, recordando esa bebida deliciosa.

"¡Gran idea! Así será una fiesta completa"- dijo su mamá mientras reía.

La tarde llegó, y el aire olía a empanadas recién horneadas. María Fernanda salió al patio donde sus amigos ya la estaban esperando. Juntos dieron la bienvenida a la celebración con juegos como saltar en saco y competir para ver quién podía hacer girar más rápido el trompo.

Pero el momento más emocionante llegó cuando fue el turno de volar los volantines.

"¡A la cuenta de tres!"- gritó María Fernanda.

"¡Uno, dos, tres!"

Todos lanzaron sus volantines al aire y vieron cómo se elevaban, brillando bajo el sol. El viento soplaba con fuerza, y los colores danzaban en el cielo.

"¡Miren el mío! Está volando alto, muy alto"- gritó Tomás.

"¡El mío se enredó con el tuyo!"- le dijo Valentina, intentando desenredar los hilos.

"No se preocupen, ¡que eso también es parte de la diversión!"- María Fernanda los animó.

De repente, un fuerte viento comenzó a soplar, y los volantines volaron de manera descontrolada. María Fernanda, preocupada, miró a sus amigos.

"¡Cuidado! No los dejemos caer"- exclamó.

Con reflejos rápidos, todos corrieron tras sus volantines. Tras un breve caos, lograron recuperarlos y rieron juntos por la aventura.

Al caer la tarde, disfrutaron de las deliciosas empanadas y el refrescante terremoto.

"¡Esto es lo mejor que he comido!"- exclamó Valentina mientras se relamía los labios.

"Y con buena compañía, todo sabe mejor"- añadió María Fernanda.

Al finalizar la fiesta, mientras el sol se escondía y las estrellas comenzaban a brillar, María Fernanda miró a sus amigos y dijo:

"A veces, lo que parece un desafío se convierte en la mejor parte de nuestra historia. ¡Soy muy feliz de compartir esto con ustedes!"

Sus amigos asintieron, y juntos hicieron una promesa:

"¡Este será solo el comienzo de nuestras aventuras patrias!"

Así fue como María Fernanda y sus amigos aprendieron que las fiestas son más divertidas con buenos amigos, que cada momento especial se convierte en una historia que se queda en el corazón y que celebrar sus tradiciones siempre es un motivo de alegría. Desde ese día, cada año, se reunían para recordar sus aventuras y crear nuevas memorias juntos, siempre llenos de entusiasmo por su querido Chile.

FIN.

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