Las Flores de la Plaza
En una pequeña ciudad de Argentina, había una plaza muy especial. En sus bordes, crecía un jardín lleno de flores de todos los colores: rojas, amarillas, lilas, y blancas. Cada mañana, los niños del barrio corrían hacia la plaza, atraídos por el perfume de las flores y la alegría que allí se sentía.
Un día, una niña llamada Lila decidió que quería llevar esas flores a su escuela. -¡Voy a hacer un ramo enorme para sorprender a mis amigos! -, pensó emocionada. Entonces, comenzó a recoger flores cuidadosamente. Sus amigas, Rina y Tobi, la vieron y la siguieron.
-¿Adónde vas, Lila? -, preguntó Rina.
-¡Voy a llevarme flores para toda la clase! -, respondió Lila con una gran sonrisa.
-¿No creés que sería mejor dejarlas en su lugar, para que todos puedan disfrutarlas? -, sugirió Tobi.
Lila se detuvo a pensar un momento. -Pero, si las llevo, mis amigos van a pensar que son hermosas y me van a querer mucho más-, argumentó.
Justo en ese momento, apareció el anciano Don José, que siempre cuidaba las flores de la plaza. -Hola chicas, ¿qué están tramando? -, preguntó con curiosidad.
-Don José, quiero llevarme flores para la escuela, para que mis amigos las vean y se alegren-, explicó Lila.
Don José sonrió y se acercó a ellas. -Las flores son muy bellas, pero su verdadera belleza se encuentra aquí, en la plaza, donde todos las pueden disfrutar. A veces, las cosas más bonitas son las que compartimos con los demás.-
Lila miró a sus amigas y luego a Don José. -Tenés razón, Don José. ¡Las flores son más alegres cuando están juntas! Pero, ¿qué puedo hacer para que mis amigos se alegren? -
-¿Por qué no traés a tus amigos a la plaza y organizás un día de juegos? Así todos podrán disfrutar de las flores y de la diversión juntos.-
Lila, emocionada con la idea, corrió hacia su casa y rápidamente invitó a todos sus compañeros a un gran pic-nic en la plaza al día siguiente. -Vengan, va a haber juegos, risas y flores hermosas para todos! -, gritó desde su puerta.
Al día siguiente, los chicos llegaron con picnic, mantas y muchas ganas de jugar. Corrieron hacia las flores, y juntos organizaron un concurso de la flor más bonita.
-¿Y si hacemos una corona de flores? -, sugirió Rina.
-¡Sí! Y podemos hacer un camino de flores para el juego de la búsqueda del tesoro, donde cada uno debe encontrar la flor más colorida en la plaza-, exclamó Tobi.
La risa y la alegría llenaron la plaza. Don José se unió a los juegos, ayudando a los chicos a hacer sus coronas y enseñándoles sobre las diferentes especies de flores. -¿Saben que algunas flores crecen mejor si tienen un poco de sombra? -, les explicó.
A lo largo de la tarde, los niños se divirtieron tanto que ni se dieron cuenta que el sol comenzaba a esconderse. Al final del día, todos estaban cansados pero felices.
-Gracias, Lila, por traernos a este lugar tan hermoso-, dijo uno de sus amigos.
-¡Sí! Ahora sabemos que las flores son más bellas cuando las compartimos. Por eso, vamos a cuidarlas siempre que vengamos a la plaza.-
Lila se sintió llena de alegría. No necesitaba llevarse las flores para que sus amigos la quisieran, porque lo que realmente importaba era compartir momentos especiales con ellos. Desde entonces, el grupo de amigos visitaba la plaza cada semana, trayendo un poco de comida, alegría y, sobre todo, un gran respeto por las flores que había en su querido jardín.
Así, la plaza se convirtió en un lugar mágico, donde no solo florecían las plantas, sino también las sonrisas de los niños que aprendieron el valor de compartir, cuidar la naturaleza y disfrutar de lo bello juntos. Y con el tiempo, Don José siempre les decía -Las flores siempre florecerán más en compañía.-
FIN.