Las Flores del Jardín Tolerante



En un hermoso jardín lleno de color, vivían varias flores, cada una más hermosa que la anterior. Había rosas rojas que se enorgullecían de su brillantez, lirios blancos que destacaban por su pureza y girasoles amarillos que siempre giraban hacia el sol. Sin embargo, había un problema: cada flor creía ser la más bonita de todas.

Una mañana soleada, Rosa, la más hermosa de todas, miró a su alrededor y decidió compartir su opinión.

"¡Miren! –dijo Rosa con altivez–, ¡soy la flor más bonita de este jardín! ¡Mi color es el más intenso y mi aroma el más dulce!"

Los demás se miraron entre sí, un poco ofendidos.

"¿Bonita? –interrumpió Lirio–, ¿acaso no ves que mi blancura brilla como la luna? ¡Soy la más elegante!"

Girasol, que siempre estaba alegre, respondió con una sonrisa.

"¡Pero, chicas! ¡Nadie puede compararse con mi tamaño y mi energía! ¡Soy el rey del jardín!"

Las flores comenzaron a discutir entre ellas, cada una insistiendo que era la más bonita. Pero en medio de su riña, la pequeña Campanita, una diminuta flor azul, se atrevió a hablar.

"Chicas, no creo que eso sea lo que realmente importa... ¿No estamos todas en este jardín juntas?"

Pero las demás flores no la escuchaban. Cegadas por su vanidad, continuaban peleando.

"¡Rosa, dejá de hablarnos! –gritó Lirio–. El jardín no sería lo mismo sin mí!"

"¡Basta! –exclamó Girasol, enfadado–. ¡Consigamos que todos los insectos vengan a admirarnos!"

Al día siguiente, llegó a su jardín una abeja llamada Abejita. Al verla, las flores se agitaron aún más.

"¡Mirá, llegó una abeja! –dijo Rosa–. ¡Puedo atraerla con mi perfume!"

Pero Lirio se interpuso.

"No, ven, Abejita, ¡mírame a mí! ¡Soy la más pura y delicada!"

Después Girasol se acercó rodando hacia Abejita.

"¡Apreciame a mí, soy la más grande!"

La pobre abeja, confundida, revoloteó entre las flores y se levantó en vuelo para observar.

"¡Es imposible decidir! –dijo Abejita–. Todos ustedes son hermosos de distintas maneras. Pero también se ven muy desunidos."

Las flores se miraron, ¡cuán cierto era lo que decía Abejita! Las tres se dieron cuenta de que estaban tan ocupadas compitiendo entre ellas, que no habían disfrutado del jardín. Decidieron hacer un trato.

"¿Qué les parece si hacemos algo juntas?" –propuso Campanita.

"¡Buena idea! –respondió Rosa–. Tal vez, si colaboramos, podríamos crear algo realmente especial."

"Sí, como un festival de colores y aromas –dijo Lirio entusiasmada–. Así podremos mostrar por qué cada una de nosotras es hermosa!"

"¡Yo puedo animar todo con mi alegría! –exclamó Girasol, ilusionado."

Y así, las flores comenzaron a trabajar juntas. Rosa se encargó de esparcir su perfume, Lirio decoró el jardín con sus elegantes hojas, Girasol hizo que todos los insectos se sintieran bienvenidos, y Campanita, aunque pequeña, llenó el aire de música con sus suaves campanillas.

El día del festival, las flores se reunieron y desde toda la colina llegaron mariposas, abejas y hasta pájaros coloridos para admirar el esplendor del jardín.

Las flores brillaron con sus colores, cantaron en armonía y dieron a conocer su belleza en unidad.

"¡Wow, es hermoso! –dijo Abejita, observando. –¡Ahora todos pueden disfrutar de lo que tienen para ofrecer!"

"¡Sí! –gritaron todas las flores en unísono. –¡La diversidad es lo que hace que este jardín sea especial!"

Desde ese día, Rosa, Lirio, Girasol y Campanita aprendieron que no era necesario ser ¡la más bonita! sino ser felices y celebrar sus diferencias. El jardín finalmente se llenó de risas, colores, aromas y de una nueva amistad.

Y así, en el rincón del jardín donde todas las flores podían brillar juntas, la verdadera belleza floreció, y el valor de la tolerancia se volvió parte de su vida.

No importa el color, el tamaño o el brillo, porque cada flor tiene su encanto especial y, juntas, son aún más maravillosas.

Fin.

FIN.

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