Las flores felices y la llegada de la primavera
Era un hermoso día en el jardín de la abuela Loles. Las flores estaban llenas de color y alegría, disfrutando de la llegada de la primavera. Entre todas ellas, había un grupo de flores que se llamaban Las Flores Felices. Cada una tenía su propio nombre: Rosa, Girasol, Azahar y Violeta. Juntas eran inseparables y siempre se ayudaban entre sí.
"¡Qué lindo es cuando llega la primavera!", dijo Rosa, estirándose hacia el sol.
"¡Sí! Por fin podemos florecer y mostrar nuestra belleza al mundo!", agregó Girasol, moviendo su cabeza al compás del viento.
Pero había una preocupación en el aire. Violeta, la más pequeña del grupo, miraba hacia el horizonte con una expresión de tristeza.
"¿Qué te pasa, Violeta?", preguntó Azahar, notando que su amiga no sonreía como de costumbre.
"Es que tengo miedo. ¿Y si no llegamos a crecer lo suficiente?", contestó Violeta con voz temblorosa.
Las demás flores se miraron preocupadas.
"¡Nah, eso no va a pasar!", exclamó Girasol.
"Claro, Violeta. Todas tenemos diferentes formas de crecer. Lo importante es que todas estamos juntas en esto", la animó Rosa.
Violeta sonrió apenas. Pero en ese momento, se dejaron llevar por la emoción de la primavera. Flor tras flor, las Flores Felices comenzaron a florecer. A medida que pasaban los días, el jardín se llenaba de colores vibrantes y dulces perfumes. Las mariposas revoloteaban y las abejas zumbaban de felicidad.
Un día, mientras disfrutaban de la calidez del sol, una niña llamada Lucas llegó al jardín. Era curioso, le encantaba observar las flores y aprender de ellas.
"¡Hola!", les dijo Lucas.
"¡Hola, amigo!", respondieron las flores al unísono.
"Yo quiero saberlo todo sobre ustedes. ¿Por qué son tan felices?", preguntó la niña, mirando a cada flor con admiración.
"Porque sabemos que cada una de nosotras crecemos a nuestro propio ritmo", dijo Azahar.
"Y que la primavera es una oportunidad maravillosa para florecer", agregó Girasol.
"Pero a veces nos sentimos inseguras, especialmente cuando somos pequeñas como yo", confesó Violeta.
Lucas se acercó, con una sonrisa llena de calidez.
"La belleza no está solo en el tamaño. Cada flor tiene su propio valor. Así como ustedes, todos somos diferentes. Lo importante es brillar y ser felices, ¡sin importar el tamaño!", dijo, entusiasmado.
Las flores se miraron entre sí, reflexionando sobre las palabras de Lucas.
"¿Eso significa que tengo que dejar de preocuparme?", preguntó Violeta.
"Exactamente. El mundo necesita la alegría que traes solo siendo tú misma", respondió el niño.
Pero la felicidad en el jardín fue interrumpida por una nube oscura que comenzó a formarse en el cielo. Las Flores Felices miraron con temor cómo se acercaba la tormenta.
"¡Ay no!", gritó Rosa.
"¿Qué vamos a hacer?", clamó Girasol.
Violeta, sintiéndose valiente, propuso una idea.
"¿Por qué no hacemos una cadena de flores, así nos unimos y nos apoyamos?", sugirió.
La idea emocionó a todas las flores, así que rápidamente formaron un círculo, dándose fuerza entre sí. Cuando la lluvia comenzó a caer, no se sintieron solas, sino fuertes y unidas.
"¡Esto no es tan malo!", gritó Azahar, disfrutando del agua fresquita.
"¡Sí! Esta lluvia nos hará aún más hermosas", celebró Girasol.
Lucas también se unió y empezó a saltar de alegría bajo la lluvia, encantado por sus amigas flores.
"¡Sí! ¡Brindemos por la primavera y por nuestra amistad!", exclamó, extendiendo sus brazos.
La tormenta pasó y, cuando el sol brilló de nuevo, las Flores Felices se miraron y se dieron cuenta de que todas habían crecido. Violeta, la más pequeña, había florecido con unos colores brillantes.
"¡Miren! Estoy hermosa", exclamó emocionada.
"¡Sí! Cada una de nosotras fue valiente y ahora brillamos juntas", celebró Rosa.
Aquella primavera, Las Flores Felices aprendieron que la verdadera felicidad no viene de ser las más grandes, sino de apoyar a los demás y de ser una comunidad unida. Desde entonces, cada año, esperaban con ansias la llegada de la primavera, disfrutando cada día como un regalo lleno de amistad y alegría.
FIN.